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Ricardo Palma

der y fortuna de los encomenderos colocaba á éstos en posición ventajosa para pretender, con éxito, honores duraderos y hereditarios. Y si en cualquier país está siempre visible la gente que se considera de alta esfera, en el Perú había superior razón para que así sucediese; porque no era grande el número de personas á quienes favorecían felices excepciones; porque éstas, necesariamente, tenían que hacerse notables entre la muchedumbre de españoles del estado llano; porque la masa de indígenas era mirada como muchedumbre de idiotas; y por último, porque había negros esclavos y otras caslas que, consiguientemente, componían lo que se llamó última plebe.Casi hasta mediados del siglo xvII puede decirse que no se conocieron en el Perú otros titulos de Castilla (fuera del de marqués, dado por el rey á don Francisco Pizarro) que los de algunos virreyes, como los marqueses de Cañete, de Salinas, de Montesclaros, de Guadalcázar y de Mansera, y los coudes de Nieva, del Villar—don—Pardo y de Monte Rey. Los más de estos virreyes suscribían muchos de sus actos poniendo sólo El Conde ó El Marqués, sin expresar en sus firmas cuál era el dictado de sus títulos, cosa que, entonces, pudo usarse así, pero que parece se hiciera por no haber en el reino otro conde ó marqués; y á manera de los grandes seffores que, escribiendo para dentro de sus dominios y á sus propios vasallos, no necesitaban, en Españía, firmarse de otra suerte.

El Cabildo de Lima, que se componía de los hombres más ilustres del país, tuvo un registro fiel de los caballeros hijosdalgo, que existían en el vecindario; y de esa lista se sacaban anualmente, por elección, los que habían de servir el alto y distinguido cargo de Alcalde ordinario. Así era en los antiguos tiempos: probándose que, desde la fundación de Lima, habitaron en su recinto personas ilustres, sin que pueda decirse que el rey ennobleció á algunas; porque, aunque sea evidenle, hubo muchas otras que no necesitaron de esa gracia.

Encuéntranse, aun en los conquistadores conocidos por los Trece de la Gorgona, hombres de limpia ascendencia; entre ellos Nicolás de Rivera, el Viejo, primer alcalde de Lima en 1535.

Y esto se acredita con haber dicho la reina en la capitulación