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Ricardo Palma

pitán del puerto acercándose á su excelencia le comunicó que el buque traía patente limpia, á la vez que, en baja voz, supongo que lo informaría de las sucintas noticias adquiridas á bordo sobre novedades europeas, y aun sobre el rol de pasajeros. Algo debió disgustar á don Ramón, porque alzando el tono de la voz y con las interrupciones que le eran peculiares, le ofmos decir los muchachos que rodeábamos el grupo presidencial:—Vuelva usted á bordo, señor capitán de puerto... sí... sí..prohíbale á ese hombre que ponga la planta en tierra peruana...

¡canalla... sí... canalla!... ha venido ese Judas á América en busca de árbol para ahorcarse... no... no... que vaya á ahorcarse en Chile.

Cuando la autoridad marítima se reembarcaba, ya algunos botes desprendidos del vapor hacían rumbo al muelle. El capitán de puerto se dirigió á una de las embarcaciones que distaría doscientos metros del desembarcadero. En ella veíanse dos pasajeros: una dama enlutada y un caballero también vestido de negro. Tras breve plática entre éste y el jefe de marina, el bote regresó al vapor con los viajeros.

Por supuesto que yo y mis compañeros nos quedamos sin saber quién era la persona á la que el jefe de la nación aplicara el epíteto de Judas, y seguiría jgnorándolo si once años después, en 1858, desempeñando yo el empleo de contador ú oficial de cuenta y razón en uno de los buques de nuestra difunta escuadra no hubiera. en oportunidad apropiada, venido á mi memoria ese recuerdo de mis primeros años.

El presidente Castilla, en su segunda época, veraneaba en Chorrillos, y cuando á las dos de la tarde arreciaba el calor, se iba por un par de horas á bordo; se arrellanaba en una meccdora en la toldilla de popa, el comandante le agasajaba con un vaso de refrigerante cerveza, y su excelencia, que siempre tuvo gran predilección por los marinos, convocaba en torno suyo á los oficiales entregándose con ellos á expansiva conversación, la que concluía al picar un guardián las cinco de la tarde, hora en que regresaba á tierra, llevándose siempre á uno de los oficiales francos para que le acompañase á comer.

Una tarde me animé á hablarle al presidente de la escena