Página:Mis últimas tradiciones peruanas y Cachivachería (1906).pdf/253

Esta página no ha sido corregida
245
Mis últimas tradiciones

245 Si terminada la partida que, por lo regular, era de á cuatra pesos el apunte, no resultaba ganancioso, se oponía tenazmente á que el compañero pagase la cuota que, en la pérdida, le correspondía.

—Déjese de eso, hombre... Ha sido bufonada mía la de invitarlo...

— Pero, general...

¡Nada! ¡Nada!... Obedecer es amar... Yo sé mi cuento...

No me venga usted con algórgoras...

Y no había más que callar, y no insistir ni con el gesto.

Por el contrario, cuando resultaba el mariscal favorecido, lo que era frecuente, con un centenar de fichas, decía al compañero, pasándole la mitad de ellas: Eh! mi amigo... me ha traído usted buena suerte... cobre lo que le corresponde... es una pequeñez... ¡Paciencia!... no está Dios muy enojado... hay que aceptar lo que buenamente nos envía...

Téngase en cuenta que casi siempre el compañero era algún diputado monosilábico, de esos cuya elocuencia parlamentaria se encierra en decir sí ó no, ajustándose á la consigna ministerial.

Corría el año de 1845, año notable porque en él tuvo el Perú, por primera vez, ley de Presupuesto. Las rentas públicas se habían, hasta entonces, manejado de manera discrecional por el presidente de la república. Cabe á don Ramón Castilla la gloria de haber roto con el inmoral abuso, que ya iba haciéndose mal crónico.

Formada una noche la partida de tresillo. hacían la contra al jugador los generales Castilla y Aparicio. Dobladas ya por don Ramón cuatro bazas, aconteció que el hombre ó jugador puso sobre la mesa un siete de bastos, y sirvió don Ramón el cinco, diciendo: —Ya he cumplido con mi deber... cumpla usted, don Manuel, con el suyo, haciendo esa baza....