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Mis últimas tradiciones

—Hasta muy pronto, señor de Espinville.

—Hasta cuando usted guste, señor de Saillard—le contestó el vizconde.

241 El vice—cónsul acreditado para Chile fué muy bien acogido por la sociedad de Valparaíso, y pasó ocho meses de paseo en paseo, de fiesta en fiesta y de baile en baile. La voz pública, que es muy vocinglera, lo daba por novio de una de las más bellas y ricas señoritas portefias.

En tanto Saillard pasaba su tiempo en Lima, esquivo á frecuentar la sociedad, adiestrándose en el manejo de la pistola hasta llegar á conquislarse fama de eximio tirador.

Un día supo, por un comerciante chileno que estuvo en el consulado á hacer visar unos documentos, que el vizconde celebraría su enlace, en pocos meses más, y el vice—cónsul le dijo: —Pues regresa usted pronto á Valparaíso, hágame el servicio de decirle que los hombres que tienen deudas como la que él ha de pagarme, no pueden casarse sin faltar al honor y á la lealtad.

El cc misionado cumplió con el encargo, y el vizconde le contestó: Si escribe usted á ese caballero, dígale que soy de raza de buenos pagadores.

Paso por alto muchísimos pormenores que trae Vicuña Mackenna, en su libro Relaciones, para llegar al 11 de Junio de 1830, día en que Saillard se presentó en el domicilio de su compatriota, para decirle que había hecho un viaje de ochocientas leguas con sólo el propósito de matarlo.

El duelo se efectuó en Polanco (que era, por entonces, un caserío vecino á Valparaíso) en la mañana del 13 de Junio, fiesta de san Antonio, día en que, por ser cumpleaños de la novia, se preparaba en casa de ésta un gran sarao.

El vizconde cayó con el corazón destrozado por una bala.

Saillard se embarcó inmediatamente en un buque ballenero que, á las dos de la tarde, levó anclas con destino al Callao.

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