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Ricardo Palma

I A fines de 1829 la fragata francesa Moselle, de 60 cañones, se detuvo, sin fondear, frente á Valparaíso, el corto tiempo preciso para que desembarcase el vizconde de Espinville que venía investido con el carácter de vice—cónsul, pues, por aqueIlos tiempos, Inglaterra y Francia no acreditaban ministros cerca de las nacientes repúblicas americanas sino Cónsules generales, á los que auxiliaba un vice—cónsul ó canciller.

La Moselle continuó su viaje también á monsieur de Saillard, el Perúpara el Callao conduciendo vice—cónsul nombrado para Ambos agentes consulares eran tipos opuestos. El aristocrático vizconde era un simpático normando, de veintiocho años de edad, buen mozo, elegante y con refinamientos parisienses. Monsieur de Saillard era un provenzal, hijo de modesto receptor de rentas, pequeño y regordete como candidato á una apoplegía fulminante, y representaba treinta años, sobre poco más o menos. Su genio era altanero é iracundo, también en oposición al del vizconde, que era todo moderación y amabilidad.

Para matar el fastidio de la larga navegación, entreteníanse una noche los dos vice—cónsules en una partida de naipes, en la que sólo interesaban céntimos de franco, cuando, á propósito de una jugada, suscitó Saillard una disputa, y tanto hubieron de agriarse los ánimos que Espinville dió un bofetón á su compañero. Intervinieron el comandante de la nave y los oficiales; pero quedó concertado un duelo para cuando los dos adversarios se encontrasen en tierra. En el resto del viaje no cambiaron saludo ni palabra.

Al desembarcar el vizconde en Valparaíso, monsieur de Saillard, que estaba recostado en la borda, le gritó: