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Mis últimas tradiciones

LAS MENTIRAS DE LERZUNDI Allá en los remotos días de mi niñez conoci al general de caballería don Agustín Lerzundi. Era él, por entonces, aunque frisaba con medio siglo, lo que las francesas llaman un bel homme. Alto, de vigorosa musculatura, de frente despejada y grandes ojos negros, barba abundante, limpia y luciente como el ébano, elegante en el vestir, vamos, era el general todo lo que se entiende por un buen mozo. Añadamos que su renombre de valiente, en el campo de batalla, era de los ejecutoriados y que, por serlo, no se ponen en tela de juicio.

Como jinete era el primero en el ejército, y su gallardía sobre el brioso caballo de pelea no hallaba rivales.

Cuéntasc que, siendo comandante, recibió del Ministerio de la Guerra órdenes para proveer á su regimiento de caballada, procurando recobrar los caballos que hubieran pertenecido al ejército y que se encontraran en poder de particulares. Don Agustín echó la zarpa encima á cuanto bucéfalo encontró en