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Ricardo Palma

—Dios no entiende de música terrena, y para él da lo mismo una tonada que otra.

Acostumbrábase, en muchos pueblos del Perú, celebrar la Semana Santa con mojigangas populacheras que ni pizca tenían de religiosas. En Lima misma, como quien dice en el cogollitc de la civilización, tuvimos hasta que entró la patria la exhibición de la Llorona de Viernes Santo, de la Muerte carcancha y de otras profanaciones de idéntico carácter. A Dios gracias van desapareciendo del país esas extravagancias de una mal entendida devoción.

En la costa y en la sierra, toda mestiza de quince á veinte primavcras y de apetitoso palmito en disponibilidad para noviazgo, se desvivía porque la designase el Cura para representar en la Iglesia á la Verónica, á la pecadora de Magdala á María Cleofe ú otra de las devotas mujeres que asistieron al drame del Calvario.

No hace aún medio siglo que, en Paita y otros pueblos del departamento de Piura, ponían en la cruz al mancebo inás gallardo del lugar, y cuentan que una vez interrumpió éste al predicador, diciendo: —Mande su paternidad que se vaya la bendita Magdalena, porque me está haciendo cosquillas.

En cuanto á los hombres, el papel de santos varones no tenía menos pretendientes. Durante la cuaresma, el cura los ensayaba para que, en las tres horas del Viernes Santo, varones y varonesas desempeñasen correctamente su papel.

El cura de Caraz, presbítero don José María Saenz Jue, corriendo los años, murió en el antiguo manicomio de San Andrés, designó en una ocasión á Mercedes Tamariz para que funcionara como santo varón á quien correspondía desclavar la mano izquierda de Cristo.

Pero fué el caso que imaginándose el orador que era más cullo emplear las palabras diestra y siniestra, en vez de derecha é izquierda, vocablos de uso corriente, dijo dirigiéndose á Tamariz: — Santo varón, desclava la mano siniestra del Señor.