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Mis últimas tradiciones

UN SANTO VARON A LUIS BERISSO, EN BUENOS AIRES.

Vivo y comiendo pan está todavía en Huauya, estancia vecina á Caraz, el protagonista de este artículo. Llámase José Mercedes Tamariz, aunque generalmente se le conoce por el Tuerto, si bien él se requema cuando oye el mote y la emprende á puñetazo limpio con el burlón.

Hasta hace pocos años fué Tamariz persona de fuste en la parroquia de San Ildefonso de Caraz, como que ejercía los socorridos cargos de sacristán, campanero, misario en las misas rezadas, organista en las fiestas solemnes, y cantor fúnebre en todo sepelio. Era hombre á quien nadie habría tenido entrañas para negarle un par de zapatos viejos.

Gran devoto del zumo de parra, que en tan buen predicamento para con la humanidad puso el abuelo Noé, era frecuente que, para la misa dominical, tuviese el párroco que ir en persona á sacar al organista de alguna tracamandana. El bellaco Tuerto era un don Preciso, pues en diez leguas á la redonde no había hombre capaz de manejar el órgano.

Y sucedió que un domingo, en que lo sacaron de una cuchipanda para llevarlo á la iglesia, en vez de arrancar al órgano nolas que pudieran pasar por imitación del Gloria in excelsis, tocó una cachua con todos sus ajilimógilis. Los cabildantes. que á la misa concurrieron se sulfuraron ante tamaña irreverencia, y ordenaron al alguacil que, amarrado codo con codo, llevase á la cárcel al tuno del organista, el cual protestaba con esta badajada, propia de un trufaldín: