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Mis últimas tradiciones

Una noche charlábase sobre política, manjar de gente ociosa, entre los turtulios del café de Bodegones. Larriva había volteado la casaca y dejado de ser bolivarista. No se acordaba ya de que dos años antes, en 1826, había dicho en el discurso universitario, que ni con los ojos de la imaginación quería ver á Bolívar lejos del Perú, que la Fama necesitaba de clarin nuevo para ensalzar å un héroe tan grande como Alejandro, César y demás capitanes de la antigüedad, y pongo punto á las demás exageraciones lisongeras. Ahora decía Larriva.

El tal don Simón nunca ha sido santo de mi devoción.

195 ¡Desmemoriado poeta! A esa época de su vida pertenecen también estos popularísimos versos, que los peruanos repelimos siempre: Cuando de Españ las trabas en Ayacucho rompimos, otra cosa más no hicimos que cambiar mocos por babas.

Mudamos de condición; pero fué sólo pasando del poder de Don Fernando al poder de Don Simón, No había por aquel tiempo hombre ilustrado que, en la conversación familiar, y como entre col y col lechuga, no soltase un latinajo. No sabemos á propósito de qué objeción que,