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Ricardo Palma

En el frecuente tiroteo de chanzas entre los dos poetas, decía el cojo Larriva que Echegaray eraJuicio final con patas; nido de garrapatas; envoltorio estupendo; tambora de retreta y sin remiendo; demonio vil injerto en papagayo que viste largo sayo; judío de Levante que lleva el pujavante para cortar los callos á Lonjino, su padre y su padrino.

El adversario no tenía necesidad de ir á Roma por la respuesta y, entre otras bromas, ensartaba estos pareados: Cállese usted, cojete; cojo y recojo, cojo con bonete; cojo con muletilla; cojo y cojín con sudadero y silla; cojo requiem—eterna que se desencuaderna; palitroque cojito; muleta de costilla de mosquito; mísero monigote, cojo desde los pies hasta el cogote.

Pero ya es tiempo de entrar en la historia de las dos improvisaciones, historia á la que ha servido de introibo todo el largo párrafo hasta aquí escrito.