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Mis últimas tradiciones

193 faltó quien echase en cara á nuestro paisano el que malgastara su tiemp ocupándose tan tesoneramente de un pobre diablo.

Pero Larriva contestó: —«Cada vez que se me dirige este re»proche, me quiero desbautizar. ¡Gran empeño de la laya! Yo no escribo para todos, y si se me apura no escribo para na»die sino para mi solo; porque me agrada ver mis escritos en letras de molde. A nadie le pongo puñal sobre el pecho para que compre y lea el Depositario. ¿Qué cuenta tiene na»die con que yo gaste mi tiempo en lo que me diera la gana?

Yo gasto el tiempo de otro? ¿No es mío el que gasto? Si yo, para escribir, pidiese prestada una noche á zutano, un »día á perensejo, y á mengano una semana, entonces si que tendrían fundamento para hablar; pero, gracias á Dios que puedo dar una vuelta en redondo, sin que nadie me señale con el dedo y diga que le debo ni un minuto» (1).

Graciosa es la defensa; mas no por ella merecerá Larriva puesto culminante en el periodismo del Perú.

El presbítero Echegaray era, como hemos dicho, un clérigo libertino, pero justo es también consignar que, si en la mocedad dió no flojo escándalo, fué en la vejez austero sacerdole.

De sus producciones literarias sólo nos son conocidas algunas fáciles y graciosas letrillas, impresas en los listines de toros; y entre las composiciones misticas, que escribió en los últimos años de su vida, es muy nolable un soneto que existe en una pared del convento de los padres Descalzos.

Tertulios del café de Bodegones eran Larriva y Echegaray.

El primero padecía de reumatismo en una pierna, dolencia que le había conquistado el apodo de cojo; y el segundo era de una gordura fenomenal, por lo que el pueblo lo bautizó con el nombre de tinaja.

(1) En 1872, es decir, años después de publicado este artículo, coleccionó Odriozola, en e[ tomo II de aus Documentos literarios, las principales producciones de Larriva.

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