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Ricardo Palma

Garcilaso da noticia de representaciones escénicas, noticia que, sin examen crítico, ha sido aceptada por casi todos los americanistas contemporáneos. Existe una obra de este género, Oltantay, escrita en quechua, de la cual nadie había tenido nolicia en el Perú antes de 1780, en que se representó á presencia del rebelde Tupac—Amaru y de su improvisada corte.

La crítica ha venido á demostrar, recientemente, que el cura de Sicuaní, don Antonio Valdés, mediano conocedor de los teatros griego y español, fué el poeta autor del Oltantay. Por mucho que halagara nuestro nacionalismo la especie de que tuvimos poesía dramática, el buen sentido nos aconseja renunciar á esa gloria, por más que, aparte Garcilaso, dos notables americanistas modernos, Clemente Markham y Sebastián Barranca, se empeñen aún en sostenerla, sin que influyan en ellos, no los débiles argumentos por mí presentados de una manera incidental, sino los que, en luminoso y concienzudo trabajo ad hoc, ha aducido el historiador argentino don Bartolone Mitre.Pero, si somos de los primeros en convenir que hay mucho en los tiempos incásicos que admite controversia, es para nosotros clarísimo y ya bien dilucidado punto, el de que la numeración decimal, base del sistema generalizado hoy en el mundo, fué la usada por los antiguos peruanos.

Fernando Hoefer, en su Historia de las Matemáticas, dice: La contemplación de los cinco dedos de la inano derecha unidos á los cinco dedos de la mano izquierda, es la cuna del primer sis de numeración y la base de la Aritmética, que es la ciencia de los números. Contar por los dedos de la mano, es el verdadero método de numeración universal y primitivo.

Los salvajes de la América cuentan sin fatiga hasta diez: juntando dos veces las manos expresan la cifra veinte; y sucesivamente las decenas restantes».

Y esta afirmación de Hoefer, corroborada por el testimonio de viajeros antiguos y modernos, dió campo á un escritor de buen humor para decir, que el sistema decimal cra de origen divino; pues no otró usó ni usar pudo Adán en el Paraíso.

Pero estos argumentos, por su mismo carácter de genera-