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Ricardo Palma

Y el doctor Thorne era de la misma pasta de aquel marido que le dijo á su mujer: —¡Canalla! me has traicionado con mi mejor amigo.

— Mal agradecido!—le contestó ella, que era de las hembras que tienen menos vergüenza que una gata de techo: no sería peor que te hubiera engañado con un extraño?

Toro á la plaza. Ahí va la carta.

III «No, no, no, no más, hombre, por Dios! ¿Por qué me hace »usted faltar á mí resolución de no escribirle? Vamos, ¿qué ade»lanta usted, sino hacerme pasar por el dolor de decirle mil »veces que no?

»Usted es bueno, excelente, inimitable; jamás diré otra cosa »sino lo que es usted. Pero, mi amigo, dejar á usted por el »general Bolívar, es algo: dejar á otro marido, sin las cuali»dades de usted, sería nada.

Y usted cree que yo, después de ser la predilecta de »Bolívar, y con la seguridad de poseer su corazón, prefiriera »ser la mujer de otro, ni del Padre, ni del Hijo, ni del Espíritu »Santo, ó sea de la Santísima Trinidad?

»Yo sé muy bien que nada puede unirme á Bolívar bajo los »auspicios de lo que usted llama honor. Me cree usted menos »honrada, por ser él mi amante y no mi marido? ¡Ah! yo no vivo de las preocupaciones sociales.

» Déjeme usted en paz, mi querido inglés. Hagamos otra »cosa: en el cielo nos volveremos á casar; pero en la tierra, no.

¿Cree usted malo este convenio? Entonces diría que es us»ted muy descontentadizo.

»En la patria celestial pasaremos una vida angélica, que allá »todo será á la inglesa, porque la vida monótona está reservada á su nación, en amor se entiende; pues en lo demás,