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Mis últimas tradiciones

resistía á huir de los conjurados, diciéndole: —De la mujer el consejo—presentándose ella ante los asesinos, á los que supo detener mientras su amante escapaba por una ventana.

III 169 La fama de mujeriego que había precedido á Bolívar contribuyó en mucho á que el gobernador encontrara lógica y acertada la descifración que, de las tres etcéteras, hicieron sus amigos, y después de pasar mentalmente revista á todas las muchachas bonitas de la villa, se decidió por tres de las que le parecieron de más sobresaliente belleza. A cada una de ellas podía, sin escrúpulo, cantársele esta copla: de las flores, la violeta; de los emblemas, la cruz; de las naciones, mi tierra: y de las mujeres, tú.

Dos horas antes de que Bolívar llegara, se dirigió el capitán de cívicos don Martín Gamero, por mandato de la autoridad, á casa de las escogidas, y sin muchos preámbulos las declaró presas; y en calidad de tales las condujo al domicilio preparado para alojamiento del Libertador. En vano protestaron las madres, alegando que sus hijas no eran godas, sino patriotas hasta la pared del frente. Ya se sabe que el derecho de protesta es derecho femenino, y que las protestas se reservan para ser atendidas el día del juicio, á la hora de encender faroles.

—¿Por qué se lleva usted á mi hija?—gritaba una madre.

—¿Qué quiere usted que haga?—contestaba el pobrete capitán de cívicos.—Me la llevo de orden suprema.

—Pues no cumpla usted tal orden—argumentaba otra vieja.