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Mis últimas tradiciones

lívar su entrada oficial en Huaylas, y ya se imaginará el lector toda la solemnidad del recibimiento y lo inmenso del popular regocijo. El Cabildo, que pródigo estuvo en fiestas y agasajos, decidió ofrecer al Libertador una corona de flores, la cual le sería presentada por la muchacha más bella y distinguida del pueblo. Claro está que Manuelita fué la designada, como que por su hermosura y lo despejado de su espíritu, era lo mejor en punto á hijas de Eva.

A don Simón Bolívar, que era golosillo por la fruta vedada del Paraíso, hubo de parecerle Manuelita bocato di cardinale, y á la fantástica niña antojósele ambién pensar que era Libertador el hombre ideal por ella soñado. Dicho queda con esto que no pasaron cuarenta y ocho horas sin que los enamorados ofrendasen á la diosa Venus.Si el fósforo da candela; ¡qué dará la fosforera!

Y sea dicho en encomio del voluble Bolívar, que desde ese dia hasta fines de Noviembre, en que se alejó del departamento, no cometió la más pequeña infidelidad al amor de la abuegada y entusiasta serrana que lo acompañó, como valiosa y necesaria prenda anexa al equipaje, en sus excursiones por el territorio de Ancachs, y aún lo siguió al glorioso campo de Junín, regresando con el Libertador, que se proponía formar en el Norte algunos batallones de reserva.

Manuelita Madroño guardó tal culto por el nombre y recuerdo de su amante, que jamás correspondió á pretensiones de galanes. A ella no la arrastraba el río, por muy crecido que fuese.