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Mis últimas tradiciones

porque en mi tierra, á Dios gracias, no se la pone el demonio.

143 Pasaba don Manuel Joaquín por derrochador de agudezas de ingenio, y cuentan que en 1815 casi anduvo á estocadas con el conde de Casa Dávalos, porque habiéndole llegado de España á un hermano suyo, que era todo un bobo de Coria, la cruz de Carlos III, le dijo á aquél el señor Cobos en plena tertulia de cabildantes: —Felicite usted de mi parte á su hermanito por la semejanza que con Nuestro Señor Jesucristo le ha dado el rey nuestro señor.

—No sé—contestó el conde, que era hombre de malas pulgas.—en qué pueda parecerse mi hermano al divino Redentor.

—Hombre, en que á Jesucristo le dieron también una cruz..y no la merecía.

—Usted, señor regidor, usa por lengua una cuchilla—le contestó el condesito, volteando la espalda y enviándole después á sus padrinos. Entiendo que la sangre no llegó al río.

Dice el comentador de la esquela que, como de costumbre, se comió el 15 de Agosto en palacio á las cinco de la tarde; que la familia se levantó de la mesa á las seis, trasladándose al salón de ceremonia, donde damas y caballeros de lo más empingorotado de la ciudad esperaban á los novios; que pasaron los asistentes á la capilla de palacio, en la que el arzobispo Las Heras bendijo la unión, funcionando como padrinos los padres de la joven; que, terminada la ceremonia, en vez del sarao que el concurso se prometía, empezó doña Angela á rezar en voz alta un rosario, con las obligadas oraciones de apéndice, á todo lo que la sociedad hizo coro; que concluído el rezo. los recién casados y los padrinos subieron al coche de gala, encaminándose al teatro, en el cual se daba aquella noche una famosa comedia de vuelos, la que terminó antes de las once; y por fin, que regresados á palacio, se cenó en familia.. y todo el mundo á la cama.

Ya se imaginará el lector que esta singular manera de hacer una boda no cayó en gracia á la crême limeña, y que cito fué