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Mis últimas tradiciones

Mayo de 1812 quedaron en las alturas de San Sebastián. En aquel feroz combate, el flamante Conde de Guaqui, sable en mano y á la cabeza de su escolta, espoleaba el caballo sobre los fugitivos, gritando: —¡Que no quede vivo uno sólo de esta canalla! Y en efecto, no se tomó un solo prisionero, y la soldadesca se entregó salvajemente al repase de heridos.

11 135 Ocupada ese mismo día la ciudad por los vencedores, el desenfreno de éstos no tuvo límites. El saqueo, la matanza, la violación y el incendio dominaron en Cochabamba hasta la media noche del aciago 27 de Mayo.

Goyeneche, que blasonaba de católico fervoroso, pues mensualmente confesaba y comulgaba, no quiso que el Jueves 28 de Mayo dejase de salir la procesión del Corpus, y dictó las órdenes del caso, á la vez que piquetes de tropa registraban las casas, para apresar á los vecinos principales denunciados como simpatizadores con la revolución vencida ó que, después de la derrota, se habían refugiado en su hogar.

El brigadier, acompañado de su Estado Mayor, en traje de parada y llevando en la mano el guión, concurrió á la fiesta que los cochabambinos bautizaron con el nombre del Corpus Triste. En el cortejo oficial iban diez ó doce de los notables de la ciudad, de esos que hoy llamamos oportunistas, y que se exhibieron, más que por devoción, por miedo á Goyencche. En cuanto al concurso popular, fué muy pequeño; pero en cambio, formaron más de cuatro mil soldados. El Conde de Guaqui. con aire humilde y contrito, se arrodillaba y rezaba delante de los altares precipitadamente levantados en el trayecto que recorrió la procesión.

De cinco en cinco minutos, y á guisa de petardos, se oia una detonación de armas de fuego. En homenaje al Corpus Triste había dispuesto Goyeneche que, con pequeño intervalo de tiempo, sc fusilase en el cuartel de la Compañía á los patriotas apresados en la ciudad. Treinta fueron las nobles víctimas.

A la una del día terminó la procesión, y hallábase Goye-