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mis últimas tradiciones

De Gregorio López se dice que nació en Madrid en 1524 y que llegó á México en 1562, fechas que, con leves diferencias, coinciden casi con la edad y desaparición del príncipe.

Incontrovertible verdad histórica, por ser la única en que están conformes los historiadores que de Felipe II y del infante don Carlos se ocupan, es que el príncipe era un muchacho sin seso y enemigo de leer e instruirse. A primera vista parece este argumento de fuerza bastante para destruir la popular creencia mexicana de que el ignorante don Carlos y el sabio Gregorio López fueron una sola personalidad; pero si aceptamos que el Espíritu Santo ilumina a quien iluminar le place, y que, en un guiñar de ojos, torna en pozo de sabiduría al más estúpido pelgar, bien pudo el hijo del rey Felipe adquirir ciencia infusa al pisar tierra de América.

A la vista tenemos un retrato de Felipe II, a la edad de cuarenta años, y el de Gregorio López á la de cincuenta y cuatro: y a fe que, entre el Demonio del Mediodía y el misterioso personaje de México, hay rasgos fisonomónicos de familia. La objeción más sólida que se ocurre para combatir la popular creencia, es que la desaparición ó muerte del príncipe fue en 1568, y que ya desde 1562 Gregorio López habibaba México. Pero el pueblo, que toma apego á todo lo fantástico y romancesco, no se da por vencido ante tal argumento, y responde culpando á los biógrafos del siervo de Dios de haber adelantado en seis años la llegada del personaje a Veracruz. No es inverosímil una equivocación de fechas.

La investigación histórica no ha dicho aún su última palabra sobre el hombre de la máscara de hierro de la isla Margnrita, ni sobre si Gabriel de Espinoza, el famoso pastelero de Madrigal, fue un impostor o fue realmente el mismísimo rey don Sebastián. A semejanza de éstos, hay en la historia abundancia de puntos obscuros e indescifrables.

Como mi amigo Riva Palacio, ni acepto ni rechazo la idea de que en Gregorio López estuviera encarnada la personalidad del príncipe don Carlos. Carezco de pruebas decisivas para optar por uno ú otro extremo, y limitóme proponer la cuestión como tema curioso y digno de ser atendido por los aficionados á estudios históricos.