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Ricardo Palma

ner obstáculos para el logro de su aspiración al sacerdocio.

Por eso, á la vez que intrigaba para entrar en componendas con ei querellante, contestó al traslado pidiendo que Mendoza afianzase la calumnia, petición que fué apoyada por el promotor fiscal.

Tanto la opinión pública como la rectitud del obispo Minayo y Sobrino favorecían á la infeliz víctima del insolente colegialito; pero, repentinamente, fué general el cambio de simpatías, y todo Trujillo convino en que Mendoza era digno de que en él se consumiera todo el sebo de las velerías del Perú.

III Yo también, después de casi un siglo del suceso, opino lo mismo ¿Por qué? Porque Mendoza, con fecha 7 de Diciembre, firmó un recurso, á presencia de dos testigos, en el que se desistía de la querella contra el seminarista, su señora inadre y hermanas, á quienes confesaba haber agraviado con su falta de consecuencia al buen trato que de esa familia había siempre merecido. Agregaba que, estando ya su espíritu más sereno, reconocía que Francisco, el futuro presbítero, no había desempeñado otro papel que el de mirón en una broma de la señora y de las niñas.

En el mismo día recayó sobre este recurso de desistimiento el siguiente notabilísimo auto: —«Por desistido; pague el su»plicante las costas, y archívese.—El Obispo.—Ante mí, Merino».

Aquí, con el auto en que no sólo se quedaba el licenciado muy fresco con las calillas dentro del cuerpo, sino que hasta las pagaba con el dinero que, por costas judiciales, se le condenaba á satisfacer, creerá cualquiera fenecido el juicio. Pues no, señor: todavía hay rabo por desollar.