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ENCÍCLICA

sino que se junte: con la acción. Esta acción debe dirigirse principalmente a educar a la juventud; negocio de tanta importancia, que pide una gran porc10n de trabajo y cuidados. Por lo cual exhortamos vehementemente en primer lugar a vosotros, Venerables Hermanos, que procuréis mantener e las escuelas la integridad de la fe, y s1 fuere preciso vigiléis con empeño por­ que vuelvan a ella las ya establecidas por vuestros mayores, ya las que de nuevo se han fundado, no solamente las primarias, sino las que llaman medias y academias. Los demás católicos de vuestras regiones trabajen y hagan porque en la educación de la juventud se respeten los derechos de los Padres y de la Iglesia. — En cuyo asunto ha de procurarse ante todo lo siguiente: primero, que los católicos tengan escuelas, principalmente de niños, más no mixtas, sino por doquiera propias, con selectos y probados maestros. Está llena de peligros aquella enseñanza en la que o no se enseña ninguna religión o la enseñanza que de ella se da es corrompida, lo cual observamos que con frecuencia acontece en las escuelas mixtas. Ni se piense que es fácil separar en el ánimo incorrupto la piedad de la doctrina. Puesto que, si no hay época ni manifestación de la vida ni pública ni privada, que pueda separarse de la religión, mucho menos enaquella edad falta de consejo, fogosa de ingenio y rodea­da de los peligros de tantos vicios. Por lo tanto, el que pretende enseñar el conocimiento de las cosas, sin relación alguna con la religión, corrompe el germen mismo de lo bello y de lo honesto, y prepara no un auxiliar de la patria sino un peligro y peste del género humano. ¿Qué podrá, prescindiendo de Dios, contener a la juventud en sus deberes, y volver al camino de la virtud a los que de él se han separado, precipitándose en el abismo de los vicios?

Preciso es, además, no sola­mente enseñar a los jóvenes durante ciertas horas la religión, sino rodear toda otra instrucción del sabor de la piedad cristiana. Si falta esto; si este soplo no penetra y fomenta los ánimos de los que enseñan y de los que aprenden, pequeños resultados se obtendrán de cualquier doctrina, .y las más de las veces se seguirán no leves peligros. Cada ciencia tiene sus peligros, que apenas podrán evitar los jóvenes, si no tienen en sus mentes y en sus ánimos un freno superior. Ha de evitarse a todo trance que lo que es capital, esto es, el culto de la religión y de la piedad se relegue a segundo término; no sea que, acostumbrada la juventud a no ver más cosas que las que son del dominio de los sentidos, se destruya toda la fuerza de la virtud; y los preceptores, mientras soportan el trabajo de una enseñanza pesada y examinan las sílabas