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ENCÏCLICA

Pervertidas las costumbres, y siendo cada día más libres,·fue fácil la entrada del error; y el error mismo hizo llegar al colmo la ruina de costumbres. De aquí la manifiesta sepa­ración de muchos de la fe católica, e inmediatamente la corrupción se extendió por todas las provincias, inficionando de tal modo a hombres de toda condición y fortuna, que muchos opinaban que la causa de la religión en el imperio había llegado al último extremo, y que apenas había ya remedio para la curación de este mal. Y ciertamente se estaba en lo último, si no hubiera existido el presente auxilio de Dios. Aún había en Alemania varones probados de antigua fe, doctrina y pie­dad; aún había príncipes de las casas de Baviera[1] y de Austria, principalmente Fernando I, Rey de los Romanos, que tenían el firme propósito de defender y guardar con todas sus fuerzas la causa católica. Mas Dios envió un grande y poderoso auxilio a la Alemania, próxima a perecer, en la sociedad del Padre de Loyola, nacida precisamente en tales circunstancias, y de la que fue el primer miembro alemán Pedro Canisio[2] — Ciertamente no es de este el lugar para referir cada uno de los hechos de este varón de eximia santidad; con cuánto trabajo procuró conducir la patria, herida por disensiones y sediciones, al unánime consentimiento de ánimos y antigua concordia; con qué ardor disputó con los maestros del error; con qué predicaciones excitaba los ánimos; cuántas molestias sufrió; cuántas re­giones recorrió; cuán graves comisiones desempeñó por causa de la fe. Mas volviendo el pensamiento a aquellas armas de doctrina, ¡con qué constancia, con qué destreza, prudencia y oportunidad las manejó! El cual habiendo vuelto de Messana, de donde había salido maestro en el decir, inmediatamente se dedicó a enseñar las disciplinas sagradas en las Universidades de Colonia, Ingolstadt y Viena, en las que, ocupando el primer lugar entre los probados doctores de la escuela cristiana, dio a conocer a los alemanes la grandeza de la teología escolástica. De la que, como los enemigos de la fe huyesen, por entonces, por lo mismo, que por ella la verdad católica brilla con más esplendor, él procuró por lo mismo, establecer públicamente este método de estudiar en los liceos y colegios de la compañía de Jesús, que él había fundado con tanto trabajo e industria. Aunque rodeado de este aparato de ciencia, no se avergonzó de descender a los primeros rudimentos de las letras y de tomar a su cargo niños para instruirles en ellos, sino que hasta escribió para este fin libros de literatura y gramática. A la manera que de predicar a los príncipes siempre pasaba a predicar al pueblo; así, después de escribir de asuntos elevados,

  1. Especialmente Guillermo IV de Baviera desarrollo una política de defensa de la iglesia católica.
  2. La Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola, quedó aprobada por el papa en 154O; Pedro Canisio entró en la Compañía en 1543.