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MITOLOGÍA DE CHOLULA.

Ahora de este dios Quetzalcóatl, tenemos el siguiente relato, dado por el Dr. M'Culloh, el mas experto y laborioso de escritores sobre Antigüedades Americanas.

"Quetzalcóatl, o la "serpiente emplumada," estaba entre los mexicanos y todas las demás naciones de Anáhuac, "DIOS DEL AIRE ". Se dice que una vez fue sumo sacerdote de Tula. Lo imaginan alto, enorme, de complexión blanca, frente amplia, ojos grandes, cabello largo negro y barba larga. Por amor a la decencia siempre vestía una túnica larga, que se representa llena de cruces rojas. Fue tan rico que tenía palacios de oro, plata y piedras preciosas. Se piensa que poseía la mayor industria y haber inventado el arte de la fusión de metales y corte de gemas. Se suponía que tenía la más profunda sabiduría, que mostró en las leyes que dejó a la humanidad y, sobre todo, los modales más rígidos y ejemplares. Siempre que tenía la intención de promulgar una ley en su reino, envió un orador a la cima de la montaña Tzatzitepec, o "colina del orador;" cerca de la ciudad de Tula, de ahí su voz se escuchaba a trescientas millas. En su tiempo el maíz crecía tan fuerte que una sola mazorca era una carga para un hombre. Las calabazas eran tan largas como el cuerpo de un hombre. No era necesario teñir el algodón, pues crecía de todos los colores; todos sus frutos tenían la misma abundancia y de un tamaño extraordinario. También hubo en ese período, un número increíble de hermosas aves y dulces cantos. En una palabra, los mexicanos imaginaron tanta felicidad bajo el sacerdocio de Quetzalcóatl, como los griegos lo hicieron bajo el reinado de Saturno, a quien también se asemejaba este Dios mexicano en el exilio que sufrió.

"En medio de toda esta prosperidad Tezcatlipoca, su Dios Supremo pero visible, (no sabemos por qué razón,) deseando sacarlo de Tula, se le apareció en forma de un hombre de avanzada edad y le dijo que era la voluntad de los dioses que él debía irse al Reino de Tlapalla. Al mismo tiempo le ofreció una bebida, que fue aceptada fácilmente, con la esperanza de obtener la inmortalidad a que aspiraba. Tan pronto la bebió se sintió fuertemente tentado a ir a Tlapalla, y se fue inmediatamente, acompañado de muchos de sus fieles súbditos. Cerca de la ciudad de Cuautitlán, llenó un árbol con piedras, que permaneció fijos en el tronco; y en Tlalnepantla puso su mano sobre una piedra y dejó una huella que los mexicanos mostraron a los españoles. A su llegada a Cholula los ciudadanos lo detuvieron y le hicieron tomar el gobierno de su ciudad. El mostró mucha aversión a la crueldad y no pudo soportar la mención de la guerra. A él, dicen los Cholutecas, deben su conocimiento de fusión de metales, las leyes por las que posteriormente fueron regidos, los ritos y ceremonias de su religión y, como dicen algunos, la disposición de sus estaciones y el calendario. Después de residir por 20 años en Cholula, decidió continuar su viaje al reino imaginario de Tlapalla, llevando consigo a cuatro jóvenes nobles y virtuosos; pero, al llegar a la provincia marítima de Coatzacoalcos, les despidió y les pidió asegurarle a los Cholutecas que

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