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APÉNDICE.

También se sabe de las entrevistas entre el Sr. Middleton y conde de Nesselrode, en San Peterburg, en agosto de 1825, que el Gobierno ruso había resuelto descontinuar toda empresa contra estas islas, y así mantener el único Estado de cosas "que podría mantener un justo equilibrio de poder en las Antillas".

El Presidente Monroe, en su mensaje al Congreso en 1823, muy claramente establece sus ideas acerca de la verdadera política de los Estados Unidos en lo que respecta a este continente.

"Los ciudadanos de los Estados Unidos," dijo, "acarician los sentimientos más amigables en favor de la libertad y la felicidad de sus semejantes en el (Europeo) lado del Atlántico. En las guerras de las potencias europeas, en cuestiones relativas a ellos mismos, nunca hemos tomado cualquier parte ni es parte de nuestra política hacerlo. Es sólo cuando nuestros derechos son invadidos o seriamente amenazados, que nos molesta la afectación o hacemos preparaciones para nuestra defensa. Con los movimientos en este hemisferio, estamos necesariamente conectados de manera más inmediata y por causas que deben ser evidentes para todos los observadores ilustrados e imparciales. El sistema político de las potencias aliadas, es esencialmente diferente a este respecto de la de América. Esta diferencia procede de lo que existe en sus respectivos gobiernos. Y a nuestra propia defensa, que ha sido alcanzada por la pérdida de mucha sangre y tesoro y madurado por la sabiduría de sus ciudadanos más esclarecidos y que hemos disfrutado felicidad sin paralelo, toda está nación está dedicada. Debemos, por tanto, al candor y las relaciones amistosas que subsisten entre los Estados Unidos y esos poderes declarar, que deberíamos considerar cualquier intento por su parte, para extender su sistema a cualquier parte de este hemisferio, como peligroso para nuestra paz y seguridad.

"Con las colonias o dependencias existentes de cualquier potencia europea, no hemos interferido y no interferiremos. Pero con los gobiernos que han declarado su independencia y la han mantenido y cuya independencia tenemos en gran consideración, y sólo en principios, reconocidas, no podríamos ver ninguna interposición, a efectos de oprimirlas, o controlar de cualquier otra manera su destino, por cualquier potencia europea, en ninguna otra la luz que la manifestación de una disposición hostil hacia Estados Unidos. En la guerra entre los nuevos gobiernos y España, declaramos nuestra neutralidad en el momento de su reconocimiento, y a esto nos hemos adherido y seguiremos adheridos, siempre que no haya ningún cambio, que, a juicio de las autoridades competentes de este Gobierno, requiera el cambio correspondiente por parte de los Estados Unidos indispensable para su seguridad.

En marzo de 1826, el Sr. Adams, entonces Presidente de los Estados Unidos, preparó un mensaje muy luminoso sobre el tema de la misión de Panamá, en la que él toma ocasión para dar un relato histórico de nuestras relaciones con las nuevas repúblicas y aplicar las doctrinas tan claramente establecidas por su predecesor. Consideraba que la aceptación de una invitación a participar en las deliberaciones de ese Congreso, de ninguna manera violaba la antigua política bien establecida de nuestra nación enredándonos en alianzas peligrosas, y resolvió que no deberíamos entrar en compromisos que pudieran importar hostilidad a Europa, o justamente excitar resentimiento en cualquiera de sus Estados. "Nuestras opiniones", dice él, "se extenderán no más allá de un compromiso mutuo de las partes en el pacto, para mantener el principio aplicado a su propio territorio y para no permitir establecimientos coloniales, ni establecimientos de jurisdicción Europea en su propio suelo.