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PODER DEL PRESIDENTE.


Calificaciones, propiedad y entronación del poder, le refuerza por todos lados. Él está muy distante de la gente. Los cuatro millones de indios mexicanos, (apenas uno de los cuales algunavez tuvo una renta anual de doscientos pesos en su vida) siempre deben estar representados en el Gobierno. No hay esperanza propuesta para darles mejoras o regeneración; mientras que el primer magistrado, él mismo, está rodeado por una complicada maquina, que quiere todo elemento de sencillez democrática y posee mil entradas de corrupción y mala gestión. Si funciona bien, se asegura una autoridad central fuerte. Si funciona mal, se debe romper en pedazos como alguna pesado motor destruido por la confusión y la multiplicidad de sus fuerzas.

En cualquier caso, el Presidente se puede considerar seguro. Si las Bases tienen éxito en dar paz, progreso y prosperidad a México, tendrá el honor del movimiento. Pero si descubre que no es eficaz, o puedan lesionar sus esquemas, será una tarea ni difícil ni peligrosa, en tan complicado laberinto, aflojar algún tornillo insignificante o quitar alguna rueda menor de su eje, por que todo debe ser desarreglado sin la responsabilidad de incluso sus más humildes ingenieros.

Siempre y cuando el Presidente gobierne en un instrumento que le da un control total del ejército, el poder de declarar guerra, total control de la lista civil, el derecho a imponer multas, vetar leyes e interferir con el poder judicial;—poseerá una autoridad demasiado grande para ser confiada a cualquier persona en nuestro día y generación.

En el anterior esbozo del republicanismo mexicano durante los últimos veinte años, se observará que no he tratado de dar un aviso extendido de los diversos líderes que se colocaron a la cabeza de diferentes movimientos. No lo he hecho, porque no percibí ninguna evidencia de un principio progresivo a lo largo de las revoluciones. El gobierno generalmente ha sido lo suficientemente fuerte como para reprimir disturbios excepto los que fueron concebidos por Santa Anna. Con un verdadero amor de la libertad entre unos pocos, un reparto de poder entre otros y descuido o languidez entre el gran cuerpo de las personas — el país ha ido tropezándose de revolución en revolución, sin avanzar más cercana a la libertad y la ilustración que los viejos barones cuando salían sucesivamente en incursiones feudales uno contra el otro.