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HISTORIA POLITICA.


El primer acto del Presidente restaurado fue alabar a su enemigo y amigo y su último (en el breve poder que se le permitió) ejercer su influencia en el control de una elección a la primera Magistratura, por la que este hábil hacedor de presidentes (Warwick) fue elevado al poder supremo el 16 de mayo de 1833.

Santa Anna no estuvo, sin embargo, a salvo de los peligros que acosaron a sus predecesores. Él había dado un ejemplo temeroso de descontento en el país, y, a pesar de su conocido y temido vigor—en el primer año de su Presidencia, un "Pronunciamiento" (central en su carácter) fue hecho por Escalada, en Morelia, en favor de los "fueros" de la Iglesia y el ejército. Cerca de este período él fue proclamado dictador por el ejército en Cuautla, un puesto que se negó a aceptar—y marchando inmediatamente una fuerza suficiente contra los insurgentes, suprimió el movimiento revolucionario en Guanajuato.

En 1835, hubo otro "Pronunciamiento" contra el Gobierno en Zacatecas, que fue sofocado; y, unos pocos días después de la victoria sobre el General García, hubo otra declaración, conocido en la historia del país como el "Plan de Toluca," que generalmente se cree que era favorecido por el propio Presidente.

Este Plan asestó un golpe fatal al sistema federativo. Destruyó la Constitución de 1824;—asignó el poder al Gobierno Central; abolió las legislaturas de los Estados y cambió los Estados a departamentos, bajo el control de los comandantes militares y gobernadores, que eran responsables solo ante las autoridades principales de la nación. Este fue el último gran acto en México del Presidente militar, y sus principios forman la base de la "Constitución Central", adoptada en 1836, en lugar de la Constitución Federal de 1824.

Mientras se producían estas cosas, la revuelta en Texas se había convertido tan formidable, que parecía necesario que el Gobierno mexicano diera un golpe decisivo contra la provincia rebelde. En consecuencia, tan pronto como Santa Anna se aseguró a sí mismo de la creación del Centralismo, partió con la flor de sus tropas para reconquistar Texas. El destino de esa memorable expedición es demasiado conocido para requerir discutirlo en este trabajo. El regulador de su propio país y el conquistador de los españoles, perdió tanto su libertad como su reputación en un conflicto contra otra raza en la batalla de San Jacinto; y quizás es debido a la interposición privada de nuestro Presidente, y la popularidad, en ese período, de Houston, que su vida fue preservada ante una población enfurecida con la memoria de las masacres que emulaban las carnicerías de Calleja. Pero fue tanto salvado y liberado y regresó a través de los Estados Unidos, su granja en Manga de Clavo, donde, sufriendo de mucha impopularidad de sus compatriotas, se enterró a sí mismo durante un largo período en la oscuridad y el retiro.

Cuando Santa Anna partió de la Capital en esta aventura desafortunada, dejó la administración en manos del General Barragan, como Presidente. Esta persona, sin embargo, murió poco después, y el Gobierno fue

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