peradamente, y por mayoría meramente nominal; pero no estaban listos para hacer reverencias sumisas, como buenos republicanos, a la voluntad del pueblo expresada de acuerdo a las formas de una Constitución Federal. La consecuencia fue que antes de que el nuevo Presidente tomara posesión, Santa Anna hizo aparición en el escenario político y, bajo el alegato de que la elección de Pedraza se produjo por fraude, se "pronunció" contra él a la cabeza de una fuerza pequeña pero determinada. El movimiento se hizo rápidamente popular. Los prejuicios de los criollos, o nativos, contra los españoles y sus partidarios aristocráticos, hábilmente fueron jugados, y resultó en disturbios el 4 de diciembre de 1828 en el "Pronunciamiento de la Acordada" en favor del candidato derrotado, Guerrero. La ciudad de México fue tomada por una turba; se saqueó el parían; los indefensos españoles sufrieron el resentimiento de una furiosa población; y Pedraza (dejando el puesto de Ministro de Guerra a su oponente, Santa Anna,) huyó del país y se refugió en Estados Unidos. El primero de enero de 1829, el Congreso declaró que Guerrero había sido debidamente electo Presidente; — Bustamante fue nombrado Vicepresidente; y el Gobierno una vez más entró calladamente en funcionamiento bajo la antigua Constitución.
El caso con que la autoridad suprema podía ser destruida o establecida por un cacique valiente y atrevido, ha quedado ahora muy fatalmente demostrada para la paz futura del país; y espíritus ambiciosos no esperaban mucho para querer sacar provecho de esta peligrosa oportunidad. Apenas Guerrero se había sentado en la silla presidencial, señaló su duplicidad al desear la destitución del Sr. Poinsett, cuando Bustamante, quien llegó al poder con él como Vicepresidente organizó el ejército en Jalapa y bajo algún pretexto insignificante, se "pronunció" en esa ciudad. Al principio Santa Anna se opuso débilmente contra este movimiento, pero después se unió al descontento generalizado. La revolución se hizo efectiva;—Guerrero fue derrocado y huyó;—el Vicepresidente Bustamante, asumió las riendas del Gobierno, y bajo su administración, el poder español se sometió finalmente por la victoria obtenida por Santa Anna sobre Barradas, el 11 de septiembre de 1829, en Tampico. El desafortunado Guerrero en el ínterin fue tomado prisionero y, en 1831, fue ejecutado por traición.
Después de esto, prevaleció la tranquilidad hasta 1832, cuando Santa Anna—quien de hecho había sido el autor de la actual dinastía— repentinamente se "pronunció" contra los Ministros y poco después contra el propio, Presidente, en Veracruz. Se libró una batalla en Tolomi y los insurgentes derrotados;—pero él se retiró nuevamente a Veracruz, fortaleció su poder con fuerzas de algunos otros departamentos, se declaró a favor de Pedraza, (a quien él había sacado del país dos años antes,) entró en un convenio con Bustamante en Zavaleta, en diciembre de 1832, y—habiendo despachado un buque por el exiliado Pedraza—lo trajo de regreso a la República y lo envió a la Capital, ¡para servir los tres meses restantes de su término sin acabar!