necesidades urgentes del Gobierno a sus impertinencias. Él fue, de hecho, forzado a la medida. El crédito nacional fue irremediablemente afectado, y le resultó imposible obtener préstamos. La consecuencia fue la incautación de Aduanas por la suspensión de su consignación previa hasta que pudo aliviar su tesoro.
Independientemente de la deuda inglesa y estadounidense, los reclamos al Gobierno mexicano normalmente se han creado por medio de préstamos del tipo más usurero. Para ilustrar este sistema y para mostrar las enormes tasas a que prestamistas se esforzaron para asegurarse contra la pérdida por depreciación, se narran algunas transacciones que fueron parcialmente efectuados en 1841.
El 20 de septiembre, quince días antes del Tratado de Estansuela, la administración del Presidente Bustamante ofreció los siguientes términos para un préstamo de $1,200,000. Proponía recibir la suma de $200,000 en efectivo y $1,000,000 representados en papel o créditos del Gobierno. Estos créditos o papel valían, en el mercado, nueve por ciento. Aproximadamente se tomó la mitad del préstamo, y las partes obtuvieron órdenes sobre varias aduanas marítimas, por cobrar del pago de derechos.
Los ingresos de la aduana de Matamoros, siempre se han apropiado hasta ahora a pagar el ejército, en la frontera norte de la República. Durante la administración del General Bustamante, el comandante de Matamoros emitía bonos u órdenes contra esa Aduana por $150,000, cobrables por todo tipo de funciones como dinero en efectivo. El daba estos bonos a los comerciantes de ese puerto por $100,000— y, además de la bonificación de 50.000 dólares, les permitía un interés sobre $100,000, a una tasa de tres por ciento, mensual, hasta que tenía ingresos para pagarlos que extinguirían las órdenes.
Otra transacción, de carácter singular, desarrolla el carácter de las negociaciones del Gobierno y sólo puede justificarse por la recepción de algunas ventajas que el propio acto no se revela al público.
La casa de moneda en Guanajuato, o el derecho a acuñar en ese lugar, fue contratada, en 1842, por una casa extranjera muy respetable en México, por $71,000 en efectivo, por el término de catorce años, al mismo tiempo que había otra oferta ante el Gobierno, que estipulaba el pago de 400.000 dólares para el mismo período, pagadero en plazos anuales de 25,000 dólares c/u. ¡Los $71,000 en mano, fueron, sin embargo, considerados de más valor que los prospectivos cuatrocientos mil! ¡Esta casa demoneda deja un ingreso neto anual de 60.000 dólares!
Con tal abandono derrochador de los recursos del país, seguido por una serie de años, en medio de la presión de guerra interna y reclamos extranjeros, es, de hecho, maravilloso que México haya sobrevivido por tanto tiempo a la ruina que debe inevitablemente seguir con una deuda de $84,000,000 y un gasto anual (tal como se verá en la sig-
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