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MÉXICO.

ella en su indigencia comparativa, demostró su admiración por el talento y la constancia de su apego, por la repetición de los más delicados y desinteresados asiduos.

Fue en este hogar mexicano y no desde la indiferente distancia del hotel y salón de baile, (la escena más observada por la mayoría de los viajeros,) donde obtuve mi visión de la estructura de la sociedad mexicana y carácter. Si me hubiera quedado al margen en mi propio casa o mi propia posada, como es la costumbre de los extranjeros, hubiera juzgado desde el teatro, el paseo, las toros, el palenque y la mesa de juego; que las mujeres solo eran muñecas pintadas, sin más educación o alma de la necesario para languidecer en una obra de amor enfermo o comerse con los ojos, con mirada perdida, a algún caballero favorito. También habría supuesto, que los hombres eran supremamente bendecidos por este flirteo con el sexo y se consideraban en un perfecto elíseo cuando podían dividir su atención entre sus sirenas, sus caballos, y su mesa de juego;—pero en la intimidad de esta vivienda, he aprendido a estimar el amor y el respecto entre padres e hijos; la benevolencia hermosa de una antigua amistad; el respeto universal por genio; y, además, tuvo ocasión frecuente de notar el creciente espíritu, ardiente patriotismo, deseo de cultivación y talento rápido, que embellece el carácter mexicano.

No se deberá decir que estoy evaluando un país por ejemplo;— estoy muy de tan parcial juicio, como los opositores de México son de una solo uno de su lado de la pegunta. Es cierto que esta familia me dio un extenso campo de observación, pero principalmente sirvió para estimular mi atención y consultar en otros lugares; y francamente puedo declarar, que siempre que he observado, invariablemente he encontrado las mismas cualidades de cabeza y corazón. Es este corazón que es en realidad la gran característica de los mexicanos y especialmente de sus mujeres. Hay un noble naturalidad, una antiguo generosidad entre ellos, que es origen de una multitud de virtudes, y es por un abandono de sí mismos ante impulsos, que tanta irregularidad e indiscreción con frecuencia es manifiesta, tanto en la política y la sociedad.

He dicho que los mexicanos son gente de talento rápido y mi observación se debe a la observación de todos los extranjeros. Son rápidos en aprender, rápidos en estudiar y rápidos en el dominio de un tema; pero este mismo mecanismo, unido a su impulsividad, es a menudo fatal para su aplicación duradera y el progreso. Llegué entre estas personas como un completo extraño, sin especial reclamo de atención, y estudioso para evitar ese intercambio de hospitalidad, que es el resultado de cartas de presentación de antiguas y, quizá, conocidos olvidados

Sin embargo, mezclando libremente entre todas las clases y comparándolas ahora—cuando se ha dado mucho agradecimiento por actos de bondad y la molestia de impertinencias mezquinas olvidadas—solo tengo amables recuerdos de la gente y nada más impresiones favorables