"¡Precisamente, querido, la persona que enviaste por el! No hacia más de una hora que te habías ido, cuando un hombre bien vestido tocó la puerta y pidió verme. Traía uno de los mejores guajolotes que he visto y dijo que en tu camino al Tribunal encontraste a un indio con varias aves, y habiendo comprado este, a buen precio, le habías dado un par de reales para traerlo a casa; con la solicitud que lo matara, limpiara, y puesto a enfriar, ya que querías invitar a tus hermanos jueces a un plato de mole contigo mañana. Y, '¡Oh! por cierto, Señora,' dijo, 'su excelencia, el juez, me pidió que le pidiera la molestia de ir a su cuarto y tomar su reloj debajo de la almohada, donde dice lo dejó, como de costumbre, esta mañana, y enviárselo conmigo." Y, por supuesto, mi querido, lo hice.”
"¿Lo hiciste?", dijo el juez.
"Sin duda", dijo a la señora.
"Bien", respondió su Honor, "todo lo que te puedo decir, mi querida, es que eres un ganso tan grande, como el ave es un guajolote. ¡Has sido robada, señora;—el hombre era un ladrón;—nunca envié por mi reloj;—te han impuesto;—y, como consecuencia necesaria, el reloj confundido se perdió para siempre! "
El truco fue astuto; y después de una carcajada y la restauración del buen humor del juez con una buena comida, se resolvió realmente cenar el pavo en la cena de mañana y hermanos de su Honor banca para disfrutar de tan querido bocado.
En consecuencia, tras el cierre del Tribunal al día siguiente, todos fueron a su vivienda, con apetitos listos ante la expectativa de una comida rara.
¡Apenas había entrado a sala e intercambiado los saludos normales, cuando la señora rompió con felicitaciones a su Honor a la recuperación de su reloj robado!
"Estoy tan feliz," exclamó ella, "¡que aprehendieron al villano!"
"¡Lo aprehendieron!, dijo el juez, con sorpresa.
"Sí; y sin duda fue condenado, también, a estas horas," dijo su esposa.
"Siempre estás hablando con adivinanzas," contestó él. "Explicate, mi querida. No sé nada de ladrón, reloj o convicción".
"No puede ser posible que he sido de nuevo engañada," declaró la dama," pero escucha: —
"Alrededor de 1 hoy, un pálido y bastante interesante joven caballero, vestido con un sórdido traje negro, llegó a casa de gran prisa—casi sin aliento. Dijo que venia del tribunal;—que era uno de los empleado;—que el gran villano que tuvo la osadía de robar el reloj de su Honor había sido detenido;—que la evidencia era casi perfecta para condenarlo;—y todo lo hacía falta para completarlo era el 'guajolote,” que debía ser llevado al Tribunal y que había sido enviado con un cargador por tus órdenes expresas. "
“¡y se lo diste!"