Restos de extensos murales están dispersos en la inmensa llanura, desde la orilla sur del lago Erie hasta el Golfo de México y pueden encontrarse alrededor del Golfo, a través de Texas en Nuevo México, aumentando en tamaño y esplendor al avanzar hacia el sur. El estudiante que desea examinar más minuciosamente el tema, puede referirse al volumen antes mencionado de Arqueología Americana, donde encontrará un largo e interesante tratado por el Sr. Attwater;—cuyas placas ilustrará el tamaño y el carácter de estas obras más satisfactoriamente que cualquier simple descripción verbal.
Así he trazado una cadena continua de estructuras, principalmente de montículos de tierra, y reliquias insignificantes relativas a las necesidades de la vida, la defensa y culto, a lo largo de la mayor parte de nuestro territorio occidental hasta que confluye con el suelo de México. Ahora procederé con la cuenta de esas antigüedades, de carácter arquitectónico, además de los ya descritos por mí, como han llegado a mi conocimiento en esta última República.
En el año 1773, el Padre Francisco Garcés, acompañado por el Padre Font, en el curso de sus viajes en los departamentos del norte de México, llegó a una planicie inmensa y hermosa en la orilla sur del río Gila, corriendo al oeste de la gran cadena de las montañas Rocosas y llegando al Golfo de California entre los grados 33º y 34º de latitud norte. Allí los viajeros descubrieron restos de obras extensas y ruinas, cubriendo una legua cuadrada de terreno, en medio de la cual había un edificio, llamado por ellos la "Casa Grande"
Como la mayoría de las obras de Indias, fue construido de adobe sin quemar y mide unos cuatrocientos cincuenta pies de longitud, por doscientos cincuenta de ancho. Dentro de este edificio encontraron rastros de cinco apartamentos. Una pared, rota a intervalos por altas torres, rodeado el edificio y parece que han sido diseñados para defensa. Los restos de un canal son todavía perceptibles, por el cual las aguas del Gila eran llevadas a la ciudad en ruinas.
Las planicies vecinas estaban cubiertas (como las ruinas que recientemente acabo de describir en Texcoco y Tezcosingo,) con fragmentos de obsidiana, y cerámica vidriada y pintada; los indios de los alrededores encontraron los exploradores que eran suaves, civiles y personas inteligentes, dedicada al cultivo de la tierra y no poseían en ningún grado la ferocidad o hábitos salvajes de los Comanches o Apaches.
Hacia el noroeste de Chihuahua y sureste de estas ruinas, cerca del grado 30º de latitud, hay restos similares; y en las montañas en la latitud de 27° 28', hay una multitud de cavernas excavadas en las rocas sólidas, en los costados y paredes que tienen pintadas figuras de varios animales y de hombres y mujeres, vestidos de ninguna manera diferentes a los vestidos de los antiguos mexicanos, como se muestra en dibujos y fotografías que se han conservado hasta nuestros días.