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MÉXICO.

campos son áridos—el grano pequeño e improductivo— y todo tiene un aspecto de deshecho y páramo. Los indios parecen incluso más sucios, si es posible, que los que dejamos atrás y las mulas pacientes viajan por las arenas largas y tristes como si en una nueva Arabia.

Pasando por varias aldeas de muros de adobe, llegamos a la vía de Veracruz y llegamos al pueblo de Ayotla, a siete leguas de México, sobre las cuatro de la tarde. Aquí encontramos a Pedro esperándonos en la puerta de la Hostería, habiendo pasado por la aldea de Tenango mientras estábamos disfrutando de nuestras tortillas y leche al aire libre.

Descansamos aquí parte de la noche, y al amanecer mañana tenemos la intención de llegar a casa, después de un viaje de sólo trescientas millas a caballo, sin enfermedad, accidente o robo.

Hay había camas para nosotros esta noche, así que me estiraré en el piso con mis bolsas de silla por almohada. ¡Que relativas son todas nuestras comodidades, o ideas de confort! Si un hombre tiene realmente hambre puede comer pan sin mantequilla. Si un hombre realmente tiene sueño puede reposar en el piso, y la dureza de los tablones nunca le despertará. Comenzamos la vida encontrando nada suficientemente suave como el seno de nuestra madre—pasamos a los brazos—nos suben a la cuna—aspiramos a un catre—y, por último, ¡llegamos a la dignidad de una cama francesa con colchón y tambor! Pensamos que nunca podemos dormir fuera de este último extremo de confort moderno— y, ni siquiera fuera de la nuestra propia. Sin embargo, nada es más fácil. Comencé este viaje, hace poco más de una semana durmiendo en un saco—y, después de pasar por todas las variaciones de tablas, camas de caña, catres y hamaca, por fin llegué al piso con mis bolsas de silla, donde dormí tan sólida y refrescantemente.

Aún podría recomendar a cada uno que esté a punto de viajar a través de la tierra caliente, para adquirir una hamaca de hierba de Sisal. Con esto, es enteramente su propio amo; y seguramente no hay un modo de dormir más lujosamente en un clima caliente. Te balanceas del techo de la habitación—por encima del suelo, libre de las paredes y de insectos—se dobla con cada movimiento del cuerpo, ajustándose perfectamente a cada parte del cuerpo—se pone en movimiento, y mientras balanceas para dormir, te abanica y refresca con su suave movimiento a través del aire.

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Además de los hermosos paisajes por los que he pasado durante este viaje, nada me ha impresionado tan favorable como la hospitalidad sin afectación que encontramos en todos lados, habiendo llegado con presentación o sin ella. La vieja frase "Mi casa, Señor, está muy á su disposición:" no es una frase de cortesía—una mera fórmula para ser oída y olvidada. Sus casas, sus animales, sus sirvie-