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PUEBLO DE CUAUTLA.


CUAUTLA.

25 septiembre. La mañana siguiente era domingo. Nos levantamos temprano y nos fuimos a la ciudad de Cuautla, pasando a gran número de indios con cabezas medio rasuradas, en su camino hacia el mercado de Domingo, donde suele reunirse en la Plaza para comprar y vender sus productos. Al llegar a la ciudad, las campanas sonaban para misa y fuimos a varias de las iglesias. Uno de ellas estaba siendo reparada, y los altares llenos con cráneos y huesos que se habían levantado mientras que el piso con la necesaria renovación. En la Iglesia parroquia o iglesia parroquial, el hedor de los cadáveres debajo de las ásperas tablas sobre las que pisamos, era tan abominable que salí fuera de ella, sin examinar algunas figuras de Santos y apóstoles en vestidos que se parecían mucho a los antiguos uniformes del siglo XVIII. Tales anacronismos sin embargo son de ocurrencia frecuente, y antes he aludido, en la instancia donde incluso nuestro Salvador está representado en una de las iglesias más espléndidas de México, con túnica de terciopelo morado y un sombrero de Guayaquil!

En la Plaza, había cientos de indios en puestos de caña, sobre petates extendian frutas, pieles, rebosos, serapes, hielo, naranjada, limonada, hortalizas, flores y todos los productos variados de la tierra caliente. Entré en uno y desayuné naranjas, pastel esponjado y leche helada. Las tiendas alrededor de la plaza estaban todas abiertas, y efectivamente no vi ningún cese de las ocupaciones habituales del día de la semana, excepto entre los indios, que llenaban la plaza. Las mujeres, como ayer, descansaban en las amplias repisas de ventanas; los hombres lo hacían al frente, o recargados contra las paredes en la sombra— y el excesivo calor parecía haber predispuesto a todos, antes de las 10, a tomar una siesta.

En uno de los almacenes (aunque Don Juan estaba negociando un caballo,) el propietario me mostró un cienpies de tierra caliente, un reptil horrible del tipo escorpión, con el que dice que las antiguas casas de Cuautla están infestadas. Estos y los alacranes (una especie de cruza entre araña y escorpión) son los flagelos del país cálido, y la mordedura de ambos con frecuencia provoca enfermedad extrema en adultos y la muerte de niños.

Como nos íbamos de la Plaza, nos encontramos al zapatero del mesón de Cuautla. Iba caminando, junto con su delantal enrollado, como ayer;—se mordió un labio y sacudió su cabeza, como diciendo, "¡nunca me dejes atraparte en las colinas, solos, viejos tipos!"

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Regresamos a la hacienda de Santa Inéz sobre mediodía, donde nos esperaba un suntuoso desayuno. Después de tomarlo y dando una muy triste