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MÉXICO.

tobillos bien hechos en medias ricamente trabajadas y un poco más de pierna que beneficie a otras personas que bailarines de ópera,) puestos en una actitud, que naturalmente podría imaginar que estaban en el acto de hacer piruetas con la música de un piano en la esquina opuesta, que tocaba sucesivamente los valses más de moda y arias de las óperas. ¡Dos perros, (emblemas, supongo de "vigilancia,".) pero que no parecen comprender muy bien su tarea, se divertían, mientras tanto, vagando entre las macetas y oliendo las flores!


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Regresando de Nuestra Señora de Loreto, encontré las calles atestadas con personas, entre los cuales se encontraba una multitud de damas vestidas tan espléndidamente como en la mañana; muchas de ellas aun tenían sus diamantes, a pesar del inminente peligro de robo en tal lugar. Las tiendas estaban cerradas, las campanas fueron silenciadas y todo estaba tranquilo pero el zumbido de la multitud y el ruido de los miles cascabeles llenaban el aire como una pradera de saltamontes.

Fui a la Profesa y encontré una exhibición similar. Seguí a San Francisco y allí contemplé la exposición con mas gusto y menos infantil de todas. Las paredes de la iglesia tenían colgadas imágenes de gran tamaño, interpretando piezas de la vida de Cristo; y sobre el altar había un gran diseño arquitectónico, cuyos contornos estaban marcados con luces fijas en el lienzo, por lo que toda la imagen parecía dibujada con fuego. El efecto fue novedoso y hermoso y mejor para un ambiente brumoso en la Iglesia derivadas de las muchas velas.

En otra de las siete capillas de San Francisco, una figura de nuestro Señor, de tamaño natural, estaba sentada al pie del altar, coronado de espinas y sangrando en cada poro; mientras, en un lado de altar, estaba la Virgen, (una vez más en terciopelo negro,) con una larga espada recta enterrada a través de su corazón y su ojos viendo hacía arriba como una Cleopatra agonizante. La multitud aquí era inmensa, y fue necesario preservar el orden emplazando guardias en todas las puertas.

Al paso por la calle, observé que varios puestos habían sido erigidos en las principales esquinas y en la plaza. Están bien hechos de cañas y esteras, y sus mostradores están tejidos al frente con clavo de olor entrelazado con flores. Solo venden horchata y otras bebidas refrescantes en ellas, y en la multitud entera de este día de ociosidad no he visto un indio o un lépero borracho.

La Catedral también estaba iluminada igual que el resto de las iglesias, y había adornos similares. En medio de la nave izquierda se había erigido un altar de plata, desde ayer, que llegó casi hasta el techo; pero fue llenado sin gusto de figuras de Santos y pilares de madera, pintados imitando mármol. En este altar se exhibía el Santísimo Sacramento durante el período en el cual no hay consagración de elementos permitido por la iglesia.