Página:Mexico as it was and as it is.djvu/182

Esta página ha sido corregida
137
LA CONQUISTA.

al pie de las montañas, donde el sol da vigorosa vida calentando siempre las frutas y las flores.

Tal era la ciudad de México y el estilo del emperador; pero no estaba solamente en externos, que la nación era grande y poderosa. Era regulada por buenas leyes, bien y rápidamente administradas; las relaciones de vida eran reconocidas y protegidas; fomentaba un buen sistema de educación; se cultivaba y promovían las Artes; la arquitectura había avanzado a un alto grado de excelencia; el conocimiento de la Astronomía y el cálculo de tiempo, era exacto y científico. Los aztecas fueron audaces en guerra; habían construido un vasto Imperio, surgiendo de una tribu dispersa que encontró su primer hogar entre los cañaverales y pantanos del lago donde se había escondido de sus enemigos por seguridad; y, aunque sus ritos religiosos fueron brutales y sangrientos, aun tuvieron algunas ideas brillantes de un Dios invisible y omnipotente. Era una nación de espléndidas contradicciones, donde confort y elegancia social eran casi inigualables, y aún donde brutalidad religiosa era muy sin paralelo.

La visión de esta espléndida ciudad era demasiado tentadora para Cortez— "los reinos del mundo estaban a sus pies". Él había resuelto, antes, de intentar el sometimiento completo de este pueblo; y la vista de esta riqueza sólo estimuló su resolución, mientras que los ritos sangrientos* del templo ayudaron en excitar su ambición de dar otra tierra de idolatría al control de la Santa Cruz.

Poco después apresó al rey y, como algunos afirman, causó su muerte, o ser tan expuesto que su muerte era inevitable; sin embargo, cuando se despertó el espíritu de los mexicanos, sus tropas fueron expulsadas de la Capital.

Regresó con aliados indios. Embistió la ciudad con una especie de imitación de Marina, que lanzó en el lago de Texcoco; y al tiempo, después de una lucha severa, la Capital cayó en sus manos.

"¡Lo qué voy a decir es verdad, juro y digo amén!" (exclama Bernal Díaz del Castillo, en su peculiar estilo:) "He leído de la destrucción de Jerusalén, pero no puedo concebir de que la mortalidad allá haya superado la de México; porque todas las personas de las provincias distantes, que pertenecía a este Imperio, se habían concentrado aquí, donde en su mayoría murieron. Las calles y plazas y casas y los tribunales de Tlatelolco† estaban cubiertas de cadáveres; no podíamos

*   *   *   *   *   *   *

* "Las paredes y pavimentos de este templo", dice Bernal Díaz, "estaban tan embarrados con sangre, que apestaban peor que todos los rastros de Castilla." Más adelante dice, "en la puerta se encontraban ídolos espantosos: pero era un lugar de sacrificio y dentro calderos y ollas llenas de agua, para preparar la carne de las víctimas, que era comida por los sacerdotes. Los ídolos eran como serpientes y diablos: y ante ellos había mesas y cuchillos para el sacrificio, el lugar cubierto de sangre que fue derramada en estas ocasiones. El mobiliario era igual que en el puesto del carnicero: ¡y nunca le di a este maldito edificio otro nombre excepto el de Infierno! En otro templo estaban las tumbas de la nobleza mexicana. Estaban llenas de hollín y sangre. Junto a esto, había otro, lleno de esqueletos, y montones de huesos, cada uno separado, pero arreglado regularmente."

† Díaz, contrariamente a otros escritores, declara que este fue el sitio del gran templo. Ahora es el sitio del convento de Santiago Tlatelolco.