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CARTA XV.
REVOLUCIÓN. FIGURAS DE CERA. VISITA AL MUSEO. ANTIGÜEDADES.

Fue fue justo después de la conclusión de la revolución de 1841, que resultó en la colocación del General Santa Anna a la cabeza del Gobierno, que llegué a la ciudad de México y encontré las marcas de la lucha que tuvo lugar en esa memorable ocasión, aún visibles en las calles. Durante un mes, la ciudad había estado en un estado de sitio; el General Bustamante, el Presidente Constitucional, ocupando el Palacio Nacional y la manteniendo posesión de partes de la ciudad con sus tropas, mientras que el General Valencia controlaba la ciudadela, desde donde cañoneaba y arrojaba granadas a la ciudad. Durante todo este tiempo se mantuvo la matanza; pero la lesión principal fue infligida a inofensivos no combatientes, que llegaban a veces a pasar por lugares expuestos o a cruzar las calles que eran arrasadas por artillería. Muchos trabajadores pobres y esposas de trabajadores, les traían alimentos, y así fueron asesinados; y durante todo el período que permanecí en la Capital, las cicatrices y las marcas hechas por las bolas y balas en las paredes de la Calle del Refugio, nunca fueron reparadas. También desde los techos de las casas, también, muerte, hubo para los insurgentes. Escondiéndose detrás de los muros de parapeto de azoteas y con frecuencia en torres de la iglesia, dispararon indiscriminadamente, a todos los que pasan e hicieron la seguridad de hacer alardes y bromas de su puntería. En la revolución o motín del año anterior, el General Valencia así cayó víctima de algún tirador imprudente. Cuando pasó a lo largo de una de las calles, a la cabeza de sus tropas—en un momento, también, cuando ningún ataque fue meditado—un solitario fusilero envió una bala desde un campanario a través de su capilla. El General mantiene el sombrero como una especie de Trofeo militar.

Así fue que esa aterradora lucha degeneró en asesinato dentro de las murallas de la ciudad, mientras los horrores de la guerra civil fueron reforzados por un bombardeo y cañoneo de la ciudadela, bajo un comandante que hasta dentro de unos días, había disfrutado de la máxima confianza del Gobierno constitucional.

Sinceramente es de esperar, que la lección enseñada en esta época haya disgustado a la nación con estos tumultos sangrientos. Parece haber entre la