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MÉXICO.

sale un círculo de rayos dorados, mientras que arriba, como si flotando en el aire, cuelga la figura de una paloma, de plata maciza, ¡tan grande como un águila!

Descendiendo del altar, te inclinas sobre un riel de plata dorada. Los masivos candeleros y todos los puestos y mesas de lectura son de plata, como es también varias figuras, algunas tres pies de altura, para lámparas y antorchas.

Desde el frente del altar al cuerpo de la iglesia, en la que se colocan en el coro y el órgano, hay otro barandal y barandilla de plata en ambos lados del pasillo central. El coro de una rica madera oscura, cubierto con las tallas más exquisitas, en alto relieve, de pasajes de la vida de nuestro Salvador, y sus puertas están bellamente incrustadas con plata. Los asientos de clérigos se elevan unos encima de otros en doble fila y en el centro se levanta un escritorio de lectura masivo, más hermosamente forjado del metal precioso.

A la izquierda del altar, una capilla, que contiene una colección de reliquias sagradas, adosada al edificio principal. Todo el extremo oriental es un resplandor de cristal y tallas doradas, hasta el alto techo arqueado; mientras que en los escalones hay dos altas jarras de India, que haría que en Europa la fortuna de un buscador de porcelanas.

Al salir por la puerta del apartamento, noté una imagen pintada recientemente, o más bien marcos de fotos. Representa una serie de milagros hechos por la Virgen durante los últimos diez años. En primer lugar, un marido había apuñalado a su esposa, y aún, por una oración al Santo, ella fue curada: en segundo lugar, un niño, que había caído desde una ventana, fue milagrosamente preservado por su intervención: en tercer lugar, una mujer, caminando por un bosque, encontró un ladrón que intentó forzarla; aún, una eyaculación oportuna a Guadalupe elevó sus pies, y se escapó: en cuarto lugar, un hombre fue arrojado de su caballo y salvado: quinto, un carro atropelló a otro sin daño: Y sexta, la Virgen salvó a una mujer de ser corneada por un toro.

Al pasar alrededor de la iglesia, vi una variedad de objetos similares colgados en las paredes—fotos pequeñas de mujeres enfermas—de otros orando—brazos y piernas de plata y aún unos pequeños de cera. En un lugar noté dos trenzas de pelo; la promesa, sin duda de alguna india pobre y tal vez su don más preciado. Me dijo en México, una persona que ha visto, que los indios nativos a veces llegan a este santuario y tocan ante la imagen de la Virgen sus tambores y chirimías.

Al pasar por la puerta, me encontré tipo con apariencia de lépero, quien, por un lado, me ofreció un billete en la "lotería de la Virgen," mientras que por el otro, un servidor de la Iglesia mostró varias cintas rojos "con la medida de manos de la Virgen" y medallas de metal de Guadalupe. Este último me pareció una mejor inversión que la lotería; y compré uno, que pasé por la bendita pared, lo guardé como recuerdo de la visita y el lugar.

Para los curiosos en estos asuntos, le doy el original de un soneto y versos—y la promesa de las indulgencias, en honor de la Virgen: