Me he reservado a propósito para lo último —lo mejor, tal vez, para presentarlos a la vista— las dos grandes líneas troncales de principal importancia, el Central mexicano y el Nacional Mexicano. Estas dos representan el grueso de todo el movimiento como es en la actualidad. Ninguno tenia muchas millas en operación real durante mi estancia; pero las obras, las estaciones de ferrocarril, oficinas de la ciudad y un ejército de empleadas de ambos, fueron constantemente a la vista de la capital y fueron las principales evidencias con que podría juzgarse la manera de la invasión de ferrocarriles de México.
Energía de movimiento, ingenio en la planificación y un gasto casi ilimitado, todo indican aquí trabajo concienzudo y no simplemente construcción de ferrocarril sobre papel.
El Central comienza en El Paso, la terminal de Atchison, Topeka y Santa Fe, así como una estación en el Pacífico Sur, en la frontera de Nuevo México. Se extiende a la capital, a una distancia de mil trescientas millas, tocando en el camino una larga serie de las principales ciudades de la República, la mayoría de ellos también capitales de estados. También tiene una gran línea cruzada Interoceánica, que pasará desde el puerto de Tampico, en el Golfo de México, a través de las ciudades de San Luis Potosí, Lagos (intersección con la línea principal) y Guadalajara, a San Blas, en el Pacífico. Se espera que la línea principal se complete sobre julio de 1884.
La primera a se llega en la cadena de ciudades principales es Chihuahua, con cerca de 18 mil habitantes. La línea ya está operando a este punto y se completaron todas las trescientas treinta y un millas hacia el sur de Paso del Norte. El visitante por ferrocarril puede tener ya en Chihuahua una mirada a un lugar que presenta la mayoría de las