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ANTIGUO MÉXICO Y SUS PROVINCIAS PERDIDAS.

de popularidad como el abrigo largo suelto (ulster). La prenda correspondiente de las mujeres es el rebozo, un chal o bufanda, generalmente de algodón azul, que, cruzado sobre la cabeza y la parte inferior de la cara, da un aspecto morisco. El fondo de la vida aquí parece más como ópera que de existencia sobria. Los otros dos lados de la Plaza están ocupados por largas galerías, entre los comerciantes, los cuales, protegidos del sol y la lluvia, uno puede deambular por horas, viendo los dispositivos astutos del comercio y obteniendo pequeñeces, fruslería del país de origen, que están determinados a ser Curiosidades en otros lugares. De vez en cuando pasan a través de la vista, morenos y como egipcio, en un peculiar vestido de lana azulada, penosamente bajo pesadas cargas, indios que todavía han conservado la tradición de su raza. Seguidos a sus hogares, encontré que habitan, entre las ruinas de las afueras, en chozas de adobe que poco han cambiado desde la época de la conquista.

Estos auténticos aztecas tienen voces peculiarmente suaves, agradables, en contraste con la voz en español, que es apta a ser dura. Son indolentes y escuálidos, pero sus modales están por encima de su entorno. Es un método favorito con el mexicano a decir, "Esta es tu casa;" y me han dicho al ser presentado, "¡bueno, ahora, recuerda! El número Fulano, tal calle, es tu casa".

Habiendo visto la morada de uno de estos indios, y preguntado a una anciana, a modo de conversación, si era de ella, me respondió: "sí, Señor y también de usted."

Ni en el Zócalo ni en la Alameda (un parque, que equivale al Common, en Boston), hay árboles con la antigüedad antediluviana que uno podría esperar en esos lugares consagrados. Pero parece que el arreglo de los árboles y la formación del Zócalo