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ANTIGUO MÉXICO Y SUS PROVINCIAS PERDIDAS.

mente sentarse en una banca en medio de ella y contemplar cómodamente alrededor
¿puede ser posible?

La imponente Catedral hace una nueva pirámide en el lugar donde alguna vez estuvo la pirámide del Dios Azteca de la guerra. Estas piedras deben tener la profundidad del tobillo con toda la sangre de diversos tipos que ha sido derramada sobre ellas. Por un momento uno renueva la superstición pagana. Con mucho gusto quisiera ver configurar de nuevo, por un breve instante, al antiguo Huitzilopochtli, el Dios de la guerra, parado en su terraza antigua, escuchar el ritmo de los tambores de guerra lúgubres y ver la triste procesión de cautivos al sacrificio, a cargo de los sacerdotes siniestros con sus capas negras que fluye hacia abajo sobre sus hombros.

Pero sin un instante de más. ¡Qué! ¿Sacerdotes horribles, necesitaría acostarlos sobre la piedra de sacrificio y elevar los cuchillos de pedernal por encima de sus pechos descubiertos para el sacrificio monstruoso? Ni un pelo de sus cabezas deberá ser perjudicado. ¡San Jago y España! ¿Cuando se supo de un castellano darle la espalda a un enemigo? Escalamos la pirámide, saltando de escalón en escalón, sin mejor arma que una sombrilla en mano, para su liberación. ¡Ay, aúllen si quieren, desconcertados malhechores y vibren sus lanzas y flechas como granizo sobre nosotros! Abajo con su antiguo Huitzilopochtli hasta caiga en fragmentos allá abajo. Su piedra sacrificial esculpida se establecerá en el patio de la Academia de Bellas Artes de San Carlos para esto y su gran calendario de piedra, un espectáculo, contra el costado de la Catedral.

Es un buen trabajo por un día. ¡Calculo que había en ese tren de presos no menos que cien almas!

Pero es difícil evocar imágenes de conflictos desesperados, aunque ha habido tantos, en este sol brillante, con la multitud de lugares bonitos, nuevos. Por un lado de la Plaza una institución benéfica, el Es-