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REVIVIENDO LA CORRIDA DE TOROS.
IV.


Hasta ahora, las más prominentes espadas, se encuentran entre los españoles. De los mexicanos que están llegando a rivalizarlos, Ponciano Diaz se sitúa en la cabeza —si, de hecho, él es ahora mejor que cualquier otro excepto Mazzantini. Una exhibición suya en el ruedo de Colon en agosto pasado se dijo en el momento que era una de las mejores jamás vista en la capital. El inmenso anfiteatro estaba lleno de "la belleza y caballeros de México". Ponciano mató seis toros, de doscientos cincuenta dólares cada uno. Continuamente le aventaron ramos de flores, y su popularidad parece haber llegado a una altura de vértigo.

Ponciano Díaz, igual que su tocayo, el Presidente Díaz, es un mexicano en apariencia y tipo y una breve mención de los principales puntos en su carrera ilustrarán el ascenso de un héroe nativo e ídolo en esta diversión popular.

Tiene veintinueve años de edad. Nació en la hacienda de Atenco, antes mencionado, donde su padre era el caporal, o el supervisor general del ganado. Esta situación dio el joven Ponciano decidida ventaja y un sesgo desde el principio. Es bastante curioso reflexionar sobre una infancia tal como la suya, pasa entre los fieros toros de Atenco; fue compañero constante de su padre, cabalgando junto a él, desde sus años tiernos.

Aunque no había corridas de toros en el Distrito Federal en ese tiempo, hubo mucho en las aldeas alrededor, y el joven Ponciano alimentó su creciente gusto con las exhibiciones así accesibles. Luego se unió a un grupo, preparada por unos "hermanos Hernández", en la propia hacienda. Hizo su primera aparición pública de manera profesional en la humilde capacidad de arrastrador,