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ANTIGUO MÉXICO Y SUS PROVINCIAS PERDIDAS.
XXXII.


CAMPO LOWELL, TUCSON, Y SAN XAVIER DEL BAC.


I.


EL viaje nocturno de regreso en diligencia a Benson fue animado por más disparos a piedras. Escuché, entre otros, de las acciones del difunto Brazelton de Tucson, y en Tucson compré su fotografía, tomada, después de muerto, en su máscara y demás parafernalia de su oficio. Robaba diligencias por años mientras aparentemente trabajando tranquilamente como mozo en un corral. Finalmente fue rastreado a su destino a través de algunas marcas peculiares del caballo que montaba.

Uno de nuestros pasajeros recién se había recuperado de las heridas que recibió en una pelea de cartas con un mexicano, a quien había matado y ahora podía, con ayuda de morfina, a seguir su viaje hacia su casa en Nuevo México, los hombres del tren en Benson eran cautelosos de llevar sus linternas en el patio de depósito, un hábito que había surgido, parecía, entre los vaqueros de intentar apagar estos blancos móviles con revólveres a la distancia.

Parecía una cierta mansedumbre incluso en los Apaches tras este producto de civilización superior de los blancos. El principal grupo de prisioneros después del intento de masacre del comando del General Carr se encontraba preso en Campo Lowell, nueve millas al norte de Tucson. Había cuarenta y dos de ellos, con Sánchez, su jefe. Eran de características bastante regulares, y su expresión, con la pintura de guerra lavada, no amigable.