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ANTIGUO MÉXICO Y SUS PROVINCIAS PERDIDAS.
XXVI.


UN MARAVILLOSO VALLE Y UN DESIERTO QUE FLORECE
COMO LA ROSA.
I.

EL Yosemite, que actualmente le dicen el "Valle", se compone en el cinturón formado por líneas dibujadas en todo el estado de San Francisco y Monterrey, respectivamente. Es un rincón salvaje, extraño entre las Sierras, uno de los pocos lugares no sólo no decepcionante, sino digno de los mejores elogios de los que le hayan sido otorgados. Es como una de esas regiones misteriosas en las afueras de la tierra de hadas de los libros de cuentos un recurso permanente de aventura a todos los personajes que entran, y es apropiado que nuestro paraíso terrenal del sur de California deba tener una región tal de encantamiento también adyacente.

Se llega en viaje de sesenta millas, del Ferrocarril del Pacifico Sur, a Madera, a la estación de Clark y de ahí por carreta y caballo las veinte millas al valle. Los días de otoño ahí eran encantadores. El follaje, cambia de color por un clima bastante tan severo como la de Nueva Inglaterra, brilla con una riqueza vívida. El río Merced, una corriente suave, buscando alguna imperfección en la parte inferior, que es tan plano como un piso, refleja el color de muchas albercas como espejo y repentinas vueltas. Paredes de roca suben por los lado a una elevación de tres cuartos de milla, variando desde media hasta un