ponía pacientes afectados en su hospitales junto con otros padeciendo enfermedades ordinaria, y estos últimos no lo tomaron.
"Gran daño", dijo, "se hace a los intereses comerciales de ambos países por las molestas restricciones de cuarentenas derivadas de esta causa. No hay necesidad de más cuarentena contra la fiebre amarilla que contra la fiebre común y la malaria, ya que no se transmite".
Citó a eminentes autoridades médicas en Nueva Orleans como compartiendo sus puntos de vista. Desde lo que parecería que el tema merece cuidadoso estudio de fuentes oficiales, en el fin de que, si hubiera un mero engaño popular, podría ser disipado. Mientras escribo el Gobierno mexicano ha concedido autoridad a la línea de vapor que lleva el correo a Nueva Orleans para reducir el número de sus viajes a uno cada mes durante la cuarentena, a incrementar cincuenta por ciento sus tarifas de carga y pasajeros, y, si el tráfico no paga ni siquiera con el aumento, abandonarlo totalmente.
En conclusión, el cónsul solo había conocido a un compatriota que murió durante su estancia y sólo unos pocos afectados. Me permito decir, sin embargo, que el cónsul que tomaría el lugar de éste —que desde entonces se ha ido— llegó fresco de Minnesota y murió en su puesto dentro de una semana.
Otro tema interesante de conversación con el cónsul fue las leyes arancelarias y los usos del puerto de entrada, naturalmente de importancia aquí. El sistema arancelario, basado en una ley original de 1872 ha sido muy manipulado desde entonces y se encuentra en un estado confuso; así que, con las mejores intenciones, los importadores pueden ser visitados con doble funciones, multas, detenciones de bienes y juicios. Hay unos trescientos setenta y ocho artículos en la lista especificada. Nuevos artículos se pagan según aquellos parecidos. Así, cuando