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ANTIGUO MÉXICO Y SUS PROVINCIAS PERDIDAS.

sor, para que, aunque se desmorone afuera y dentro, quede aun suficiente. Al igual que otras cosas, es muy firme mientras no la afecten; y en este clima rara vez es atacada por violentos extremos de temperatura.

La casa de adobe típica de la mejor clase esta enjarrada y encalada. Tiene una planta grande sobre el terreno, dos pisos de altura y galerías. Una vez más, es de un piso, con un patio interior. Tiene puertas y persianas verdes y postes redondos, en lo que hoy llamamos el "estilo reina Ana", y es confortable y de apariencia hogareña.

Una de ellas contiene el primer piano introducido en California, y los dueños son personas que tuvieron prisa por vender todo a San Francisco e invertir aquí, a fin de cosechar mayor prosperidad que se piensa les esperaba al llegar a Monterrey. Dos viejos cañones de hierro permanecen plantados como puestos en las esquinas de la vivienda. Delante de otros hay caminos prolijamente hechos de vertebras de ballenas, cazadas por la compañía ballenera de Monterrey. La empresa es una banda de hombres resistentes, moldeados, principalmente portugueses de las Azores, que tiene una estación vigía en el Cerro por la fortaleza en ruinas, y barracas más abajo. Persiguen su afición desde la orilla en botes, con mucha aventura y no pequeñas ganancias.

Monterrey, que ahora no es ni sede municipal, fue la capital de la provincia desde el momento en que se pensó necesario tener una capital. El padre misionero, Junípero Serra, vino aquí desde México en el año 1770. A continuación fue una capital mexicana bajo once gobernadores sucesivos. Luego se convirtió en la capital estadounidense, el primer puerto de entrada, la escena de la primera Convención Constitucional del Estado y un punto de suministros para las minas del Sur. Dinero en aquellos primeros días era tan