LA CALLE KEARNEY (compartiendo su distinción ahora con la calle Market) es, en clima soleado, el paseo de todo el tranquilo y bien vestido. Abunda en joyeros, que suelen combinar el negocio de empeño con el otro y les gusta agregar el prefijo "Tío" a sus nombres. Así, "Tío Johnson", "Tío Jackson" o "Tío Thompson," a lo largo del camino, hacen una genial oferta de su servicio hospitalario. Hay tiendas de productos chinos y japoneses, aunque este no es barrio regular, y "Assiamull y Wassiamull" nos invitan a inspeccionar las mercancías de las Indias Orientales.
Quizás europeos extranjeros distinguidos —Lores Ingleses, Ministros y sus hijos, barones alemanes y Príncipes Rusos—-en su camino alrededor del mundo, no son más numerosos que en Nueva York, pero parecen más numerosos en proporción. Los libros del Hotel Palacio rara vez no los tienen, y se detectan a simple vista, paseando por las calles o mirando a las grandes fotografías del Valle de Yosemite y los grandes árboles que cuelgan en las esquinas prominentes.
Hay un sentimiento genial acerca de la calle Kearney, que surge, creo que, de estar nivelada al pie de las colinas empinadas. La tentación es detenerse allí tanto tiempo como sea posible. En el instante que se deja para ir a la zona residencial