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ANTIGUO MÉXICO Y SUS PROVINCIAS PERDIDAS.

Me senté un día con "Don Rafael," el administrador o gerente asalariado de la finca, para hacer un mapa aproximado de su distribución general y alcance. La propiedad resultó tener como dieciocho millas de longitud por doce en su mayor anchura y de patrón muy irregular. Tenía no menos de once grandes presas, formadas por presas en puntos convenientes para riego. La presa principal tenía una milla de largo, y se había formado un lago de dos millas en su dimensión principal. En las orillas se encuentra la aldea en ruinas de apariencia feudal, con iglesia y hacienda, de Zupitlan, antes mencionada. La mayor parte de la finca tiene pastos, pero se ven parches irregulares de tierra aquí y allá de diversos cultivos y a cada uno se le dio nombre especial. Así, el campo de San Pablo se dedica al maíz y alfalfa; las Ánimas, San Antonio el Grande, y San Antonio la menor fueron dados al maíz; Del Monte y San Ignacio el Grande a cebada.

Los magueyales, o campos de maguey, eran de magnitud considerable. La realización del pulque de su producto se confiaba a un funcionario especial llamado el tlachiquero. El corazón del maguey es recortado en una cierta etapa de su crecimiento y se forma un cuenco, en el que una cantidad de dulce savia continúa corriendo regularmente durante varios meses. Al final de ese tiempo la planta está muerta, desarraigada y sustituida por otro. La savia en un principio se llama agua miel, porque se asemeja. El tlachiquero hace una peregrinación diaria a los campos y saca la agua miel por medio de un sifón voluminoso formado por una calabaza. A veces lleva simplemente una bolsa, hecha de piel de oveja, como las pieles de vino de España antigua, en su espalda; una vez más, lo acompaña un burro cargado varias pieles. Transfiere la savia a estas bolsas y regresa con ella a su departamento,