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ANTIGUO MÉXICO Y SUS PROVINCIAS PERDIDAS.

rrancas basálticas con la misma formación que en Regla y el humo blanco de carbón quemado levantándose de sus bosques. Ganado vagaba en finos rebaños en los pastos de hierba, cada uno atendido por su pastor y perro. Vimos un grupo de ellos al crepúsculo venir a beber al lago y la complicación de todas sus formas en movimiento curiosamente fue recogida en silueta contra el brillo reluciente del agua.

En la noche volvían al patio de la hacienda, a descansar después de su jornada de trabajo, a veces tantos como cuarenta aradores. Si había llovido llevaban sus mantos de hierba de apariencia bárbara. Llevaban yugos de bueyes y toros con arnés para el arado egipcio primitivo y llevaban largos látigos para sus animales. Tras ellos montaban algunas gentes armadas, envueltas en sus sarapes, que los veían y les custodiada en el trabajo. Al mismo tiempo llegaron grupos y tropeles de otros animales que necesitan ser alojados: cerdos negros de los campos de hierba del Cerro; mulas sin arnés; jóvenes caballos y mulas que aún no trabajaban; vacas lecheras y jóvenes novillos y novillas, cada una buscando mansamente su propio departamento.

La mayoría del ganado, observé, no tenia cuernos. Esto es provocado por una práctica de remover los cuernos jóvenes al brotar. Parecería que esto podría ser deseable entre nosotros, tanto en la granja y especialmente en el transporte de ganado en los coches normalmente usados. Había ordeña sólo una vez al día —en la mañana— y no, como con nosotros, dos veces. Las patas traseras de las vacas se amarran juntas al ser ordeñadas. Los terneros de tierna edad también son amarrados al lado de la madre, y es una vista pintoresca y divertida ver sus manifestaciones impacientes esperando la conclusión del proceso.