Superintendente de Pachuca llegaba a veces allí a pasar vacaciones de dos semanas.
El entrada inmediata a Regla es por el lado de una barranca profunda tropical. Plátanos crecen generosamente dentro de ella, una aldea India de paja está en su borde opuesto. La hacienda en sí está en una formación natural más impresionante. Tiene grandes acantilados con columnas de basalto, como las de la Calzada del gigante. Las columnas son deforma hexagonal, con un diámetro promedio de cerca de tres pies. En lugares, zonas enteras de ellos han sido distorsionadas y retorcido triturados y allí en la refrigeración, con un efecto muy salvaje y singular.
Una cascada como un pequeño Niágara cae rugiente abajo entre ellos y proporciona el fuerte poder de agua para las obras. La hacienda pertenece a la Real Compañía del Monte y son principalmente minerales de esa compañía que se llevan a esta escena extrañamente atractiva para ser tratados. Las tropas de caballos iban alrededor de la forma habitual en un gran patio amurallado, haciendo las tortas. Conectado con esto estaba el horno de la fundición y edificios de muchos tipos. Madame Calderón de la Barca, quien también visitó Regla, encontró un lugar tal como podría haber sido dibujado por arte de magia, por algún encantador gigante, para sus propios fines. Torres de aspecto medieval, puertas, terrazas, una capilla y prisión lo decoraran. Frente a la capilla hay una bonita residencia, de aspecto Moro, rodeado de vides y flores. El conjunto se dice que costó unos dos millones de dólares.
Pasamos una noche aquí con el Superintendente, Don Ramón Torres, un hombre joven, que había aprendido su profesión en las minas de Guanajuato. Parecía demasiado encantado, en su aislamiento comparativo, para entretenernos y honrar la introducción de su jefe, el Señor