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ANTIGUO MÉXICO Y SUS PROVINCIAS PERDIDAS.

romance; pero se debe recordar que han pasado sesenta años desde la independencia, y ha habido mientras tanto muchos buscadores de oro con un ojo sagaz para obtener ganancias en el país. Los mexicanos son buenas mineros. No bastará buscar con desprecio divertido incluso donde principalmente se mantienen procesos muy primitivos, estos están a menudo mejor adaptados a las condiciones peculiares que cualquier otras. Así el mezclado de las tortas por mulas y piernas humanas, con trabajo a sólo treinta céntimos al día, es preferido deliberadamente a las máquinas.

Quien pudiera querer comprar en tal lugar haría bien en comprar las minas recién descubiertas. O uno todavía puede prospectar para sí mismo, porque el distrito no parece agotado en absoluto. Ladrones en el estado de Hidalgo por largo tiempo fueron un impedimento a la libertad de prospección en lugares aislados, y es sólo últimamente que han perdido su poder. El último gobernador se dice que han matado a trescientos de ellos. Propiedades de riesgo y las habituales trampas esperan a incautos aquí. Esa perversidad que, por alguna ley natural parece tomar concesionarios de minas, así como en caballos las poseen en México no menos de otros lugares.

La mina Mexicana se divide en veinticuatro partes iguales imaginarias barras y partes fraccionarias de estos se compran y venden como sus acciones.



IV.


En cuanto a las leyes mineras del país, he oído descripciones de algunos americanos como mejores que las nuestras. En ciertos aspectos esto es cierto. La reprobable soltura con que nuestros “registradores de distrito” americanos reciben demandas conflictivas cubriendo la misma propiedad muchas veces, es desconocida. Un funcionario va al