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ANTIGUO MÉXICO Y SUS PROVINCIAS PERDIDAS.

leche, azúcar y piñas fueron todas proveídas por los campos. Unos pocos espectadores estaban interesados, pero no mucho, en un ligero esbozo que hice de sus edificios y vestuario. Mi viajero comercial, para despertar mayor entusiasmo en este sentido, representó se iba a "poner en una máquina" después, y mostró un diestra risita y giro del pulgar, cómo sería entonces tan mejorada que nunca se sabe. Pero incluso esto les despertó sólo indiferencia.

Visitamos el alcalde en sus oficinas. Tenia pelo erizado, vestido en camisa de algodón y calzones con las piernas desnudas, al igual que el resto. Horas de oficina oficial había acabado, pero nos mostró la celda en la que en ocasiones encerraba delincuentes. Se dice que administra justicia de manera imparcial a ricos y pobres por igual y con un buen sentido natural. Pero para ocasionales perversiones de Justicia efectuada por un secretario español que se vio obligado a emplear, él mismo siendo analfabeta, se pensaba que su corte promediaba bien con los tribunales más pretenciosos del país.

Cabalgamos de regreso por un camino diferente, a través de un bosque grande y fresco. Abundaban orquídeas interesantes, y hubo maleza de café silvestre, el verde brillante de sus hojas luminosas como si recién mojadas por la lluvia. No había ese enredo excesivo y la frondosidad que se supone es característica de los trópicos; nuestros bosques son tan rampantes. Todo lo que encuentra, se aprende, en Tehuantepec, por ejemplo y América Central. Ahí crecimientos de árbol encierran una vivienda, rompe sus huesos, por así decirlo y lleva parte de las paredes al aire; y se le teme más es más a los vegetales que a la vida animal. Nos cruzaron tres arroyos bastante bonitos y llegamos a una meseta donde se pastoreaban vacas, y los campanarios de Córdoba estaban de nuevo a la vista. Nuestro joven guía lazó una vaca, la llevó a un galpón donde